Como ya os he contado por IG, quiero sumarme este año a la Semana Mundial de la Lactancia Materna contándoos cómo han sido/están siendo las tres lactancias de mis 3 hijos: tres lactancias completamente diferentes, curiosamente tan diferentes como cada uno de ellos.
Esta historia empieza con la primera lactancia, que merece un post para ella solita 😂 y esta noche publicaré las otras dos. Mi primera lactancia fue una experiencia de las que cuesta visibilizar porque no se corresponde con el concepto de madre perfecta... Y puede que sorprenda aún más un mensaje así en la Semana de la Lactancia Materna... pero es un mensaje importante y necesario.
Y es que soy una firme defensora de la lactancia materna como el mejor alimento para el bebé, siempre lo he sido, pero creo que también hay que tener en cuenta que no siempre es posible llevarla a cabo con éxito, y esa realidad también existe y debe ser respetada y tratada con cariño porque no sabemos por lo que está pasando esa mamá. Lo que no puedo negar es que gracias a todo lo que aprendí y crecí con la lactancia de S, las lactancias de R y M han sido posibles, así que... ¡te debemos una gorda S!
Como veréis, la de S fue una gran batalla, tremendamente dura, tanto que APRENDÍ LO QUE NO ESTÁ ESCRITO.
Pero como os decía, lo más importante que aprendí es... que la lactancia es lo mejor para nuestros bebés siempre y cuando la mamá esté bien, que a veces lo valiente es luchar contra viento y marea para preservar la lactancia pero otras veces lo valiente es saber cuándo parar... y no pasa nada, bastantes presiones tiene ya la maternidad como para añadir más.
Es importantísimo visibilizar la lactancia materna pero creo que también es importantísimo dar voz a esta realidad: lo mejor para tu bebé no es la lactancia materna, lo mejor para tu bebé no es un biberón... LO MEJOR PARA TU BEBÉ ERES TÚ.
La lactancia de S fue preciosa porque fue la primera, porque me hizo crecer muchísimo y porque estuvo llenita de encontronazos (en su momento nada bonitos, pero ahora sí lo son en el recuerdo)... Y de aquellos encontronazos, salimos más fuertes 😉
Encontronazo con la realidad:
Si habéis seguido La Historia de S (que sí, continuará, lo prometo) ya sabréis que mi primer encuentro con la lactancia materna fue de todo menos idílico. La típica imagen de una mamá guapa, limpia y arregladita amamantando a su bebé en un entorno luminoso, tranquilo y feliz mientras mira a su bebé embelesada... no era lo que se veía en mi casa 😂
Mi realidad fue tan radicalmente opuesta que me llevé un bofetón tremendo. Por supuesto no era yo la que controlaba los horarios de mi bebé porque la lactancia es a demanda y los bebés tienen hambre cuando tienen hambre y no cuando "toca" 😂 y, en el caso de S, eso era SIEMPRE porque no se despegaba del pecho ni un solo segundo literalmente... por tanto... lo de quedarse un ratito tumbado tranquilito separado de mi cuerpo tampoco fue así con S...
Y ya, lo de estar limpia y arregladita era para madres de otro planeta... en mi caso era absolutamente imposible porque, de nuevo, S no se separaba de mí ni un segundo así que no me podía duchar, ni vestir, ni ir al baño... ni muchísimo menos peinar o maquillar. Era literalmente imposible todo eso (hubo un momento de ese año en que me compré solo pijamas porque para qué comprarme nada más 😂)
A las expectativas se unió la falta de información, no porque no la tuviera (porque la tuve muy buena y de primera mano), sino porque hasta que no me encontré en la situación de tener que amamantar a S no fui consciente de lo que realmente significaba esa información. Y es que siempre lo diré: da igual lo que os cuenten que si no lo vives no vas a ser consciente de todo lo que implica esto.
Las visitas en el hospital:
En el hospital, el lugar en el que se debe iniciar la lactancia materna porque tienes a tu disposición a un montón de profesionales (yo tuve esa suerte al menos, sé que otras personas no la tienen) y todas tus necesidades vitales están cubiertas, no iniciamos correctamente la lactancia debido al exceso de visitas. Como buenos padres primerizos, el tema visitas se nos descontroló muchísimo.
No supimos poner límites y una de las consecuencias de aquello fue la no instauración de la lactancia. Me fui a casa después de 5 días con unas buenas grietitas y sin que me hubiera subido aún la leche, pero en ese momento no era consciente de la implicación de aquello.
Por suerte, la mejor profesional de la que puedo aprender la tenía prácticamente en casa: mi tía A (nuestra súper matrona).
El DOLOR:
Otro "culpable" del bofetón de realidad fue el dolor. Porque la lactancia no tiene que doler (me harté a leer) pero hasta que aprendes y te haces a la lactancia y al bebé CLARO QUE PUEDE DOLER.
El dolor, por supuesto, es signo de algo y hay que mirar qué es ese algo para solucionarlo y que la lactancia sea exitosa, pero vamos, que dolor puede haber desde el momento de la subida de la leche (que os conté aquí) hasta las grietas porque el enganche no sea correcto, las mastitis, las obstrucciones, las perlas de leche...
Con S fui conociendo todas esas realidades que yo pensaba que "no me iban a pasar a mí". Pues sí, me pasaron bien pasadas 😁
Las visitas en casa:
Igual que se nos descontrolaron las visitas en el hospital... se nos descontrolaron las visitas en casa. El ir y venir de gente literalmente constante y todos los días hacía que ni S ni yo tuviéramos tiempo para practicar en calma. Cuando había (ciertas) visitas yo evitaba a toda costa darle el pecho a S porque me dolía, no teníamos intimidad ninguna (había gente que incluso entraba en la habitación si yo me retiraba o me levantaba el delantal de lactancia) y S se ponía histérico porque había demasiado jaleo, demasiado ruido, demasiados olores, demasiado estrés, demasiada tensión, demasiado todo.
Los días eran agotadores y cuando todo el mundo se iba nos quedábamos J, S y yo con la casa explotada y un cansancio tremendo. Entonces podría ser nuestro momento de lactancia en calma pero la calma se esfumaba por la ventana porque S, harto del resto del día, lloraba y lloraba y no se enganchaba, o se enganchaba y soltaba, y me hacía daño, y yo me agobiaba, y entrábamos en bucle.
No supimos poner límites, es más, no sabíamos que podíamos ponerlos, pero fue una de las grandes enseñanzas de la lactancia de S.
El FRENILLO:
Otro de nuestros caballos de batalla fue el frenillo (anquiloglosia) de grado III que tenía mi S, diagnosticado ya desde el hospital y corroborado por su pediatra. S no sacaba la lengua de la boca, lo que hacía que su succión no fuera efectiva. No sacaba apenas leche, las tomas eran eternas (todo el día enganchado), me hacía grietas constantemente, obstrucciones también diarias y... no estimulaba suficientemente la producción de leche... un cuadro que venía a completar todo lo anterior.
Por supuesto, gracias a mi súper matrona, aprendí de posiciones, de posturas, de enganches... mi pobre tía A venía día sí y día también a observar tomas y cuando ella estaba... ¡era todo tan fácil! Pero cuando se iba no éramos capaces de hacerlo igual y se volvía a complicar el asunto.
A los dos meses de S empezamos con la terrible lucha de los percentiles: S no cogía peso. Yo no entendía cómo podía ser eso posible si me pasaba el día literalmente dándole el pecho a S, pero la báscula decía lo que decía y las gráficas mostraban lo que mostraban. S estaba en percentil 3, tenía 2 meses y seguía usando la misma ropa que cuando nació.
La enfermera nos citó de semana en semana para controlar el peso de S, así que cada semana nos llevábamos una nueva bofetada: venga que esta semana ha tenido que engordar algo porque lo hemos hecho fenomenal... Pues no, la balanza había veces que no subía ni un gramo.
Pasaron otros dos meses y S pasó de percentil 3 a salirse directamente de la dichosa gráfica. La enfermera nos derivó al pediatra y el pediatra a digestivo, al hospital, a hacer un estudio... solución... complementar con leche de fórmula. No os imagináis el jarro de agua fría que supuso eso para mí, unido por supuesto al compañero inseparable de las madres: el sentimiento de culpa.
Lo estaba haciendo FATAL, S no engordaba por mi culpa, porque no era capaz, porque me dolía y lo evitaba, porque no sabía decir no a las visitas, porque... mi diálogo interior me machacaba constantemente y yo era de todo menos la mamá feliz que me había imaginado:¡no estaba cuidando bien de mi hijo!
Mi tía A, que gracias a Dios vivió con nosotros todo el proceso, no hacía más que darme ánimos y más ánimos. Se puso manos a la obra de nuevo y empezamos a probar un montón de cosas: sacaleches, extracción manual, fingerfeeding, complementar a S mientras tomaba un lado con la leche que me había extraído utilizando una jeringuilla con una cánula... de todo. ¡APRENDÍ LO QUE NO ESTÁ ESCRITO! Y siempre estaré agradecida por ello. Pero si antes vivía pegada al sillón de lactancia ahora el sillón, S y yo éramos uno: queríamos salvar la lactancia, solo quedaban dos meses de lactancia exclusiva.
Biberones de cereales:
Y en medio de la lucha, S cumplió 6 meses y había subido una talla. Seguía fuera de percentiles pero era un niño despiertísimo y absolutamente imparable, tan curioso que no cerraba los ojos no fuera a perderse algo 😂
Entonces la enfermera nos propuso empezar a darle biberones con cereales, además de la lactancia, frutas en papilla... y nos habló de una "cosa que se llamaba Baby Led Weaning" que no habíamos oído nunca (pero de la que ya somos expertos 😂) y que no nos aconsejaba de manera exclusiva porque S tenía que engordar. Así que nosotros hacíamos un todo junto: pecho, biberón, trozos, purés, malabares, bailábamos la Jota y lo que hiciera falta con tal de que S engordara.
Gracias a los biberones de cereales descubrí... ¡que S se quedaba dormido después de tomárselos! Aún no era capaz de dejarlo sin que se despertara, pero al menos dormía en mis brazos y mi pecho y mis grietas podían descansar un poco.
Poco a poco, S fue engordando. Seguimos manteniendo la lactancia combinada con la Alimentación Complementaria y los biberones de cereales y todo empezó a mejorar. ¡S llegó al año conservando su lactancia y en su talla de ropa correspondiente a un año!
Otros encontronazos:
Seguiré diciéndolo, la lactancia de S fue muy dura en todos los sentidos. Además de todo esto que ya os he contado, me encontré con cosas muy desagradables con las que gracias a Dios no me he encontrado con R y M o de las que quizá ya me sabía proteger.
Por supuesto tuve que escuchar constantemente frases como (os las digo literal porque las apunté en su momento 😂):
- Qué ganas de que deje de tomar el pecho para que podamos cogerle más tiempo
- ¿No le vas a dar biberón?
- Eso es que tienes poca leche/ Eso es que tu leche no es buena/ Ya verás cómo cuando deje la lactancia engorda, no depende tanto de ti, come menos y le da igual estar contigo o con otra persona y podemos disfrutarlo los demás...
- Te usa de chupete, no le sale nada
- ¿Vas a darle el pecho aquí?
- ¿Otra vez te está pidiendo? Eso es que se queda con hambre
- No lo estás haciendo bien porque un bebé de 5 meses ya tiene que ser capaz de aguantar 3 y 4 horas sin tomar el pecho.
- La lactancia es a demanda sí, pero hay que irla espaciando poco a poco para que no se pasen el día enganchados.
- Deja de darle el pecho ya, que hemos venido a ver al bebé
- ¿Ya ves? Necesita biberón, tu leche no es suficiente
... Y otras tantas frases que se me clavaron en el alma y no me ayudaron en absoluto...
También me encontré con personas que me ECHARON de sitios por estar amamantando a mi bebé (incluso estando tapada), al que tuve que alimentar en los lugares más insospechados, sucios e incómodos para que no me regañaran (porque recordemos, S estaba literalmente todo el día en el pecho, también cuando no estábamos en casa). Esto tampoco me lo esperaba cuando leía sobre lactancia durante mi embarazo.
Y por último me encontré con algo que me dejó HELADA, algo que yo no me podía ni imaginar que existía y que también me hizo sufrir muchísimo: me topé con la triste realidad de la existencia de los "vampiros blancos" (os invito a investigar lo que es pinchando en el enlace). Lo peor fue que lo descubrí porque una de esas personas estaba en mi entorno (no era cuestión de mandar fotos o vídeos no, era en vivo y en directo) y por más que yo hacía por protegerme, muchas veces estaba vendida porque esa persona hacía por encontrarme y claro, me encontraba, y yo como buena chica a la que han enseñado a ser obediente, aguantaba el mal trago y me callaba. Por eso os invito también a respetar la intimidad, el derecho y los motivos de una mamá que decida taparse para dar el pecho a su bebé, puede que los tenga y muy buenos.
Gracias a Dios, con el tiempo aprendí a protegerme bien de aquello también. Pero con todo esto os podéis hacer una idea de... lo injustamente cansadísima que acabé de la lactancia de S... tanto que yo misma terminé deseando que acabara.
Y acabó:
Después de un verano maravilloso (al final del cual S cumplía 1 año), lejos de todo lo que no me hacía bien y en el que pude recuperarme física, psicológica y emocionalmente del primer año de S, los biberones, S y yo pusimos fin a nuestra difícil lactancia. S acababa tan cansado de la playa que milagrosamente se dormía sin el pecho y yo, después de un año entero, por fin podía descansar.
Por la noche, empezamos a darle el biberón cada vez que se despertaba, lo agarraba medio dormido, se lo tomaba y seguía dormido... y yo, por fin, después de un año, pude descansar.
De repente, un día me di cuenta de que tampoco me pedía el pecho durante el día. Habíamos introducido una gran variedad de alimentos gracias al BLW que no nos aconsejaban hacer y S comía prácticamente de todo, vamos, con 1 año comía lo mismo que nosotros, era un niño "normal", despierto y activo, por más estudios que le hicieron no encontraron absolutamente nada, así que decidimos mandar los percentiles a la porra... y yo, por fin, en un año pude descansar.
Y así fue como, de repente, acabó nuestra lactancia sin saber exactamente cuándo fue la última toma. Sin despedirnos ni nada. No hubo ocasión de hacerlo. Cuando S cumplió 1 año se dormía en mis brazos mientras yo le cantaba canciones (una detrás de otra) y le acunaba y por fin pude experimentar lo maravilloso de tener a S acurrucadito sin necesidad de nada más que mi presencia.
La lactancia materna es maravillosa, por supuesto, siempre la defenderé a capa y espada y gracias a Dios la pude redescubrir con R y M... pero os tengo que reconocer que ahí, cuando acabó la lactancia de S, fue cuando empezamos realmente a ser UNA FAMILIA FELIZ Y SIN CULPA.
Sin culpa porque éramos conscientes de la lucha que habíamos hecho ese primer año de S: fuimos David contra Goliat (muchos Goliat, la lactancia fue solo uno), y GANAMOS y no me arrepiento de absolutamente nada. Y yo miraba a S dormir y me hinchaba de amor por él, por fin, después de un larguísimo año... Empezaba a querer a mi bebé.
La lactancia también es vínculo y con S no lo fue y tengo claro que en nuestro caso, lo valiente fue PARAR en el momento adecuado. Así que por supuesto, en este primer post os animo a luchar y darlo todo... pero también os animo a saber cuándo parar (si es necesario) porque lo mejor para el bebé es que su mamá esté bien 😉
Gracias:
Gracias tía A por luchar con nosotros. Gracias a tod@s los que fuisteis verdadero desahogo aunque no entendierais de lo que hablaba porque no teníais hijos 😂 Gracias a ese terapeuta maravilloso que me enseñó que yo tenía que cuidarme para poder cuidar. GRACIAS J porque luchaste con uñas y dientes en todo momento por salvar nuestra lactancia.
Y GRACIAS S por enseñarme tanto desde el minuto cero y hacer posible que las lactancias de tus hermanos sí que fueran exitosas...
Esta noche será el turno de la lactancia de R, la lactancia que curó muchas de mis heridas 😊 y también de la lactancia de M, que ha cerrado esas heridas completamente.
¡Ánimo mamás, lo estamos haciendo genial!
y en Facebook @conSdeMama
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