Por fin retomamos la Historia de S. Seguro que ya habréis imaginado que toda esa vorágine de pensamientos, agobios y sentimientos que se ven en las entradas anteriores, desembocó, como no podía ser de otra manera, en algo digamos que "negativo" dentro de mí...
Algo que, una vez superado, se transformó en un motor potentísimo en mi vida, pero que, mientras lo estaba viviendo de lleno, me minó muchísimo y me hizo sentir la peor madre del mundo.
Hoy os hablo de otra cara de la maternidad, la maternidad "no romántica", de mi Tristeza Postparto, de cómo por fin pude comenzar a poner nombre a lo que me ocurría y de cómo empecé a poner los medios para superarla, e incluso, llegar a agradecerla.
Un mes viviendo con S...
Bueno, pues ahí estaba yo, como todas las horas de todos los días durante un mes ya (y los que me quedarían), sentada en mi sofá con S mamando, o intentándolo, y mi cabeza dando vueltas y más vueltas, pretendiendo asimilar todo lo que había pasado en tan poco tiempo, intentando planificar y buscar soluciones a lo que no funcionaba como yo creía que tenía que funcionar y viendo que la maternidad... me quedaba realmente muy, muy grande.
La realidad me había dado una tremenda bofetada, porque sí... uno ha visto a gente cercana tener hijos, y puede intuir lo que ello conlleva. Puede incluso haber consolado a alguna mamá que no podía más con su vida... pero sin llegar a empaparse verdaderamente de lo que suponía para ella... porque esto... es imposible realmente hasta que NO LO VIVES EN TUS PROPIAS CARNES. No, nadie es realmente consciente de todo lo que puede suponer un recién nacido o incluso un bebé (aún a sabiendas de que nada será igual, de que va a ser duro, de que hay que hacer muchos sacrificios, de que Roma no se construyó en un día...) hasta que no se ve en casa, en completa soledad (porque aunque yo tuviera a J que me apoyó incondicionalmente, él no tuvo desgarro, ni pecho que dar, ni grietas, ni revolución hormonal, ni nada de eso...) con un recién nacido que depende absoluta y completamente de un "despojo de mamá".
Así me sentía yo, un despojito, una cosa súper pequeña en un mundo inmensamente grande y hostil, ¡yo era la que necesitaba protección, mi bebé por supuesto, pero yo también!
En esos momentos de lactancia eterna, se agolpaba en mi cabeza todo lo que os he ido contando: las visitas, el cansancio, las hormonas, el desgarro, el ir al baño con el desgarro, otra vez visitas, la lactancia constante e inefectiva, las grietas, las obstrucciones, las piernas hinchadas, el no haberme duchado, el pijama, más visitas, el parto, el postparto, más visitas, los comentarios de fuera, el puñetero chupete, el buzo, la cuna, el biberón, el carrito, los juicios, el "déjale llorar", el "lo estás malcriando", "los brazos", el miedo, más visitas, el no saber cómo parar la situación, las pelusas, más visitas, la impotencia, la inseguridad, el querer hacer bien las cosas, el cómo narices salir de casa, la soledad, el tiempo en silencio sin hacer otra cosa que dar el pecho, mi instinto que me decía que tenía que haber una maternidad "diferente" que nos encajara más... (un largo etcétera) y...
Un niño que solo lloraba (cuando sonríen e interactúan se hace un poco más llevadero) y vivía enganchado al pecho (ni siquiera digo "comía"), pero no descansaba, y si lo hacía era en mis brazos, no podía dejarle en ningún sitio porque se despertaba al instante, no me dejaba sacarle a la calle porque berreaba y berreaba sin parar, no me dejaba ni cinco minutos para ducharme, o para ir al baño, o para comer, para desconectar, para hacerle mimos o carantoñas... no dejaba que lo cogiera ni su padre, porque berreaba y seguía berreando hasta que no lo cogía yo, que estuviera donde estuviera solo quería pecho y pecho y más pecho... y que había salido de mi barriga (que es como decir que te ha caído del cielo, porque también cuesta hacerse a la idea de que de repente está dentro y ahora "pluff" está fuera) y se iba a quedar para SIEMPRE, pero que el pobrecito de lo único que tenía la "culpa" era de ser un recién nacido y comportarse como tal, muy demandante quizá, pero dentro de la "normalidad" al fin y al cabo.
Se suponía que eso era lo que yo había querido siempre, siempre, siempre; SIEMPRE había querido casarme y tener muchos hijos. Solo iba por el primero y me sentía una... 💩. Me sentía una inútil, una completa egoísta, desagradecida, inmadura, débil, torpe, ilusa... lo peor de lo peor, porque tenía en mis brazos un sueño maravilloso que se había hecho realidad con nombre y rostro y no era capaz de ser FELIZ. No, no era feliz. Estaba contenta A RATOS (por ejemplo, cuando nos acostábamos los tres juntos, era un lujo estar con mi S, abrazaditos, me encantaba, le llenaba de besos y daba mil gracias por él...), pero me ganaban los momentos tristes, de impotencia, de "no puedo más", de "no sé cómo salir".
Aún en el hospital llegué a entender que, en esos momentos de desesperación, una madre que no tuviera el apoyo que yo tenía pudiera darse por vencida; y comprendí que en cosas de maternidad... NO SE PUEDE JUZGAR A NADIE, no caben las críticas, son completamente injustas porque no estás en la piel de esa mamá que actúa de aquélla manera. Cada madre hace lo que puede, ni siquiera lo que quiere o lo que le gustaría o lo que había pensado o imaginado, no, LO QUE PUEDE. Y un recién nacido y las circunstancias que lo envuelven puede ser (no digo que siempre, pero algunas veces sí) algo muy duro físicamente, por supuesto, pero también psicológica y emocionalmente.
Una vez leí que con los hijos, los "sacrificios" no son tal si se hacen por amor... pero bien... el amor no cae de la nada de repente... el vínculo madre-hijo se va creando y fortaleciendo con los días... al principio, no nos engañemos... es raro... yo a S le quiero más cada día, pero ese amor tuvo que empezar de cero, como todos los "amores". Empezó un poco cuando estaba en mi barriguita... pero la exigencia del salto a partir del parto es muy grande, y a mí me costó llegar a la altura del amor verdadero (distinto al amor cursi... que en cuestión de maternidad también hay mucho) que necesitaba S (y lo que digo, hay circunstancias ambientales que te ayudan a dar ese salto... y otras que te "desayudan").
Conclusión: que estaba triste, me sentía triste y encima una desagradecida, lo peor de lo peor, y ya no sabía qué hacer porque pasaban los meses y no terminaba de remontar. Lógicamente esto solo lo comentaba con J, con mi hermana... y con pocos más... ¡me daba tanta vergüenza reconocerlo y estaban todos tan volcados en mí... que me sentía aún más desagradecida y culpable!
Intentando poner nombre a lo que me pasaba...
Poco a poco me fui metiendo en esto de los blogs de maternidad (algo que mantuvo mi mente entretenida y me salvó en muchos momentos) y topé con la depresión postparto (esos artículos de los que pasas de largo cuando estás embarazada porque te piensas que a ti ni de broma te va a pasar, que tú eres alegre por naturaleza y que siempre has querido ser mamá, así que vas a estar adorando a tu retoño constantemente...) y con una "tristeza postparto" (que no llega a ser depresión) a la que llaman "Baby Blues".
Pues bien, a día de hoy, cuatro años y otro parto después (el de R), puedo reconocer y reconozco que Baby Blues pasé seguro. Baby Blues que acabó desembocando en algo más (que ya os contaré), porque de hecho, cuando S tenía unos 6 meses, tuve incluso que recurrir a un terapeuta (este era mi otro gran secreto) que me ayudara a entender y gestionar qué narices me pasaba.
Esto no fue durante lo que se considera (mal considerado a mi parecer, por cierto, porque yo creo que dura mucho más que un mes...) como "Postparto", es decir, el primer mes después de dar a luz... no, lo mío fue agravándose durante los primeros 9 meses de vida de S y las circunstancias externas fueron haciendo que empeorara esta situación (ya os lo contaré más detenidamente en su momento) más adelante, hacia marzo, cuando J ya no estaba en paro y empezó a trabajar... y llegó la verdadera supervivencia diaria en soledad completa (aunque con gente alrededor y dispuesta a ayudar, eso no se puede negar) con mi bebé súper demandante.
En su momento me sentí la peor madre del mundo... pero ahora doy GRACIAS por aquello
Sí, DOY GRACIAS POR TODO AQUELLO, Baby Blues o tristeza postparto, o lo que fuera, incluida. Todo lo que me pasó aquel primer año de S lo volvería a repetir tal cual, aprendí mucho, aprendí lo que tenía que corregir de mi entorno para la próxima vez, aprendí lo que tenía que corregir de mí misma, aprendí que no soy nada, que J me quiere con todo (en la salud y en la enfermedad), que la humildad vale mil veces más que la "fortaleza mal llevada", y que si hay que pedir ayuda... se pide. Aprendí que una madre en el momento supuestamente más feliz de su vida también tiene derecho a pasarlo mal y a mostrarse débil y no por eso es peor madre que las demás.
Además... gracias a todo ello, me encontré con la crianza con apego, la crianza respetuosa, la disciplina positiva, Montessori... y leer sobre ese otro "modo" de crianza hacía que conectara cada vez más con lo que yo ya sentía dentro sobre lo que "creía que debía ser mi maternidad".
Y sobre todo... esta circunstancia supuso un reto personal para mí de cara al siguiente bebé (R) ya que, una vez superado todo, me pudieron las ganas de ver si era capaz de enmendar aquellos errores que se podían enmendar y hacerlo todo de manera diferente, no digo perfecto, porque las mamás perfectas no existen, digo DIFERENTE. ¿Y sabéis que? Fui capaz 😊.
Ahora estoy fenomenal, SOY FELIZ y quiero a S (y a R) más que a nada en el mundo (después de J, claro), pero para poder llegar a este punto tengo claro que fue necesario pasar por todo aquello antes.
No estás sola
Así que... si hay por ahí alguna mamá que esté pasando por una época un poco "gris"... me gustaría decirle que no es la única, que nos pasa a muchas, que aunque siga siendo un poco tabú es algo de lo más normal y sobre todo... que si ves que se alarga en el tiempo, busques una buena ayuda que te dé las herramientas para volver a coger esas riendas que crees que se te han perdido... No están perdidas del todo, es solo que ahora tienes que gestionarlas de otra manera... quizá solo con una mano y un bebé constantemente enganchado al pecho 😉.
Y esta es la realidad, una de las partes fundamentales de La Historia de S: yo, su mamá, estuve triste mucho tiempo, y me sentí muy culpable durante mucho más tiempo... pero esa tristeza se acabó transformando en motor de cambio... y desde luego, actualmente (aunque sigo siendo muy "quejica" y tengo mis momentos como tod@s), me considero una de las mamás más FELICES Y AFORTUNADAS DEL MUNDO, y todo gracias a lo que S hizo en mí aquel caótico primer año de su vida.
Gracias, como siempre, por leerme.
¿Conocíais el término de "Baby Blues" o la Tristeza Postparto? ¿Pasasteis por algo parecido o estuvisteis enamoradas de vuestr@ bebé y felices de la vida desde el minuto cero? ¿Cuánto duró vuestro postparto en este sentido? ¡Contadme por aquí o por Redes Sociales!
No estás sola
Así que... si hay por ahí alguna mamá que esté pasando por una época un poco "gris"... me gustaría decirle que no es la única, que nos pasa a muchas, que aunque siga siendo un poco tabú es algo de lo más normal y sobre todo... que si ves que se alarga en el tiempo, busques una buena ayuda que te dé las herramientas para volver a coger esas riendas que crees que se te han perdido... No están perdidas del todo, es solo que ahora tienes que gestionarlas de otra manera... quizá solo con una mano y un bebé constantemente enganchado al pecho 😉.
Y esta es la realidad, una de las partes fundamentales de La Historia de S: yo, su mamá, estuve triste mucho tiempo, y me sentí muy culpable durante mucho más tiempo... pero esa tristeza se acabó transformando en motor de cambio... y desde luego, actualmente (aunque sigo siendo muy "quejica" y tengo mis momentos como tod@s), me considero una de las mamás más FELICES Y AFORTUNADAS DEL MUNDO, y todo gracias a lo que S hizo en mí aquel caótico primer año de su vida.
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