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JAMÓN, LÁGRIMAS Y EL SUBIDÓN DE LECHE




Después de aquella llegada a casa un poco surrealista seguí topándome de bruces con mi nueva realidad y con cosas que no había interiorizado antes (por mucho que me las hubieran contado o las hubiera leído).

Tristeza, hormonas, montaña rusa, dolor postparto, el desgarrito y mis problemas con la caca, un bebé que ya no paró de llorar en un año por lo menos, los comienzos de la lactancia... Realidad y más realidad, eso era lo que me tocaba vivir en ese momento y no el mirar embelesada cómo duerme mi bebé plácidamente en su cunita, que era lo que yo me había imaginado que era la vida con un recién nacido 😂.

Así que como todos los domingos, sigo contándoos (y contándome) la Historia de S.


Nuestra primera noche en casa como recién estrenados papás

¡Qué sincronización! J y yo acabábamos de terminar de recoger todos los regalos cuando S se despertó. Intenté ponerle al pecho mientras J hacía la cena, mi tía me había dicho que aunque la lactancia es a demanda, tenía que procurar que S no pasara más de 3 horas sin comer, así que esta vez no podía "escaquearme"... Iba a intentarlo yo solita.

Me puse mi camisón precioso que me había comprado días antes (que no era de lactancia, porque los de lactancia... me parecían horrendos y oye... a esta mamá recién estrenada le gusta intentar verse guapa...), me quité el tirante del pecho que le tocaba y me fui con S al que iba a ser durante muuuuuuchos meses, nuestro rinconcito de lactancia. 

S comió y volvió a adormilarse. Le puse en vertical, porque a S nunca le gustó estar en posición horizontal si no era porque estaba comiendo... y en ese momento, tengo una de las fotos más tremendamente preciosas del mundo mundial. Adoro esa foto, mi primera (y casi única en muuuuuuchos meses) foto sola con mi bebé. (Seguro que ya la habéis visto, pero es la que encabeza el post). 

J acababa de comer y como os digo, ya estaba haciendo la cena (doy gracias infinitas a Dios por este marido que tengo, yo no tenía que encargarme "nada más" que de mi bebé). Yo tenía dieta especial laxante, para evitar hacer demasiados esfuerzos al ir al baño y cuidar así la zona del desgarro hasta que estuvieran cicatrizados los puntos, así que tocaba verdura en todas las comidas... judías... ¡con jamón! ¡Por fin! ¡Mi primer jamón en 9 meses! 

Cuando J acabó y volvió al salón... S y yo nos habíamos dormido los dos. Y es que parece que la lactancia tiene "poderes relajantes" para mamá y bebé... porque estamos muy pero que muy bien hechos y la naturaleza es increíble y resulta que para que sea posible que mamá y bebé sincronicen sus ciclos de sueño... la lactancia libera hormonas relajantes en la mamá, y así (siempre sea posible, que no haya visitas y se esté en la intimidad del hogar... o de una cueva, claro) la mamá y el bebé pueden descansar a la vez. Yo me hartaba de leer eso de "mamá, duerme cuando tu bebé duerma", pero en mi caso nunca me fue posible hacerlo durante el día.



La cena estaba lista (tengo un marido... de 10). Me levanté e intenté poner a S en el cochecito...¿quién no ha visto la típica imagen de un bebé en el cochecito o en un moisés mirando las musarañas o durmiendo plácidamente mientras su mamá, a su lado, cena tranquilamente y le balancea cuando llora para calmarle?

No hubo manera, en cuanto despegaba a S un centímetro de mi cuerpo lloraba y lloraba, y cada vez que lloraba, me buscaba el pecho. Esto es lactancia a demanda, así que si buscaba... había que ponerle al pecho... ¡pero me dolía tanto! Se me habían empezado a formar grietas en los pezones, hasta el punto de que tenía sangre de las heridas en el sujetador. Cuando ya no pude más, J cogió a S y gracias a Dios, se calmó un ratito.

Ahora tocaba hincar el diente al jamoncito... mmm... solo entró una cucharada en mi estómago y... ¡ya tenía que ir al baño! Y después... duchita por supuesto porque no podía usar papel. S ya estaba harto de J y lloraba. Yo me agobiaba... Otra cucharada y vuelta a empezar... ¡Vaya con el jamón! Después de la segunda ronda de baño y ducha, parecía que la cosa se había estabilizado. Me senté de nuevo a cenar, puse a S al pecho mientras cenaba (otra de las cosas que no te imaginas... a partir de ahora vas a tener que hacer casi todo con una mano y un bebé enganchado al pecho...) y de repente, me empezaron a caer lagrimones y más lagrimones. 

No sabía por qué lloraba, si de agobio, de cansancio, de dolor... De "todojunto"... El caso es que no podía parar de hacerlo, mi nudo en la garganta dolía tanto que había llegado a su tope. J se levantó y me abrazó y ¡hala! más lagrimones. S también lloraba, por supuesto. (Qué mala madre me sentía en esos momentos, nada que ver con lo que me había imaginado que sería).

Terminé de cenar como pude, y llegó el momento de ir a la cama... ¡qué dolor de pecho! ¿Por qué me dolía tanto? ¡No podía ni bajar los brazos! Fui al baño de nuevo a ver qué me pasaba... ¡Oh Dios mío! El pecho (y prometo que no exagero) se me había hinchado de tal manera... ¡que me pasaba por las axilas y llegaba hasta mi espalda! ¡Qué dolor! Me dolía hasta el simple roce con el sujetador... horrible. Intenté tocarlo y noté un montón de bultos durísimos ¿qué narices me estaba pasando?

Como suelo hacer en estos casos, cogí el teléfono y llamé a mi tía A. Le conté y me tranquilizó: era la subida de la leche... el subidón vamos. Al principio-principio... es así de brutal. La solución era ponerme hielo, y darle mucho el pecho a S, para que lo vaciara bien (¿máaaas? ¡¡¡nooooooooo me moría de dolor y encima tenía que darle más el pecho a S de lo que ya lo estaba haciendo!!!). Al día siguiente vendría mi tía para ayudarme con la lactancia (en serio, no sabéis qué suerte la mía con mi tía A).

Y así acabó mi día, con el pecho como un balón de baloncesto, mis brazos cual croissant para no rozar las zonas hinchadas y S... llorando y llorando hiciera lo que hiciera. Le bañamos justo antes de ir a dormir para ver si se relajaba... pero no (para muestra, una foto), así que a la camita los tres con S al pecho, claro.


Ahí empecé a entender una de las ventajas del colecho: yo podía "dormir" mal que bien, y S tenía su lactancia a demanda. La verdad es que aunque estaba toda la noche (y no exagero) literalmente enganchado al pecho, al menos no lloraba y podíamos descansar.

"Bueno, ya estamos los tres en casita y esto solo puede ir a mejor"... O eso quería creer mi vocecita interior... pero lo que no sabía era que aún me quedaban muchas cosas por pasar aquellos primeros días... Os seguiré hablando de ellas el próximo domingo.



¿Cómo fue vuestra subida de leche? ¿Os sorprendió tanto como a mí? ¿Y vuestros bebés? ¿Se quedaban tranquilitos en algún sitio o era misión imposible?

¡Contadme!


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