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MI PÁGINA EN BLANCO: SOBREVIVIENDO A LA RECTA FINAL (LA HISTORIA DE MIGUEL)


SI ESTÁIS VIENDO ESTO... ¡ES QUE HA LLEGADO EL MOMENTO DE RECIBIR A MIGUEL! 

Seguro que os imagináis que, después de la forma en la que empezó este embarazo, tengo unas ganas tremendas de poder abrazarle y confirmar que ya está, que ya ha pasado todo, que es verdad y que está aquí conmigo... Pero os confieso también que en estas semanas EL MIEDO HA GANADO A LAS GANAS: miedo a que mi mente se protegió en exceso (por si Miguel acababa naciendo al Cielo en algún momento de gestación) y apenas ha sido capaz de crear vínculo, miedo a las reacciones emocionales que han ido manifestando el resto de mis hijos, miedo a lo que viene después del parto (visitas incluidas) y miedo a no llegar ni a los mínimos de los mínimos, como me ha pasado este verano.

La recta final de este embarazo ha sido dura a todos los niveles, y no solo para mí: ha sido muy difícil para los 5 y cada uno lo ha ido manifestando a su manera. Los "inconvenientes" físicos y circunstanciales que ahora os iré contando, no han ayudado mucho, pero son absolutamente anecdóticos (las gotitas que colmaban nuestros vasos), ya que lo más difícil de todo han sido los bloqueos mentales y emocionales que nos han estado acompañando.

...Y esto último es algo que, yo al menos, en este embarazo (además, "ya un cuarto") NO ME ESPERABA (en mi cabeza me lo imaginaba más controlado)... Pero también es APRENDIZAJE.

Así que, para amenizaros la espera del pequeño Miguel, os cuento cómo ha sido esta gran PÁGINA EN BLANCO de LA RECTA FINAL DEL EMBARAZO. 


Una Página en Blanco llena de supervivencia 

Una de las cosas que más me han impresionado de la Formación del Buen Pastor de Salamanca (que fue nuestro remanso de paz del verano y de la que os hablaré también estos días porque tengo muchas, muchas ganas) ha sido la PÁGINA EN BLANCO. Tanto me ha estado resonando este verano que le hice un pequeño "homenaje-recordatorio" al lado de nuestra Virgen para recordarme a mí misma que podía escribir esa gran obra maestra que quería escribir para recibir a Miguel.

Y es que, cuando te das cuenta de que cada día el Señor te ofrece una Hoja en Blanco para que contribuyas a la construcción del Reino te dan ganas de comerte el mundo y empezar a rellenarla sin dejar ni un solo hueco con las proezas más increíbles: estamos hablando del Reino, así que hay que hacer una obra maestra digna del Plan del Señor... pero, como ya os he contado algunas veces, una de las cosas que he aprendido con la maternidad es que el Señor transforma lo ordinario en extraordinario y a veces lo que quiere que escribamos es eso que a nuestros ojos parece "poca cosa": cambiar pañales, dar besos y abrazos, fregar suelos, interrumpir mil veces lo que estás haciendo, limpiar lágrimas, amamantar durante horas interminables, apagar fuegos, ducharse en 5 minutos con el baño abarrotado de gente, ponerse el chándal y el moño, recoger por no-sé-cuánta-vez, acompañar emociones que se desbordan o estar 24h con pequeñas lapitas en brazos que no te dejan ni un instante...

Y otras veces, sencillamente, lo único que podemos escribir es algo como "sobrevivir lo más santamente que se pueda al día de hoy" (de supervivencia y Disciplina Positiva os hablé también hace unos veranos)

Esa frase es la que más hojas ha estado llenando esta última etapa del embarazo y ¿sabéis qué? Que aunque es la que más me cuesta escribir, sé que está bien y vale tanto o más que las otras, porque a veces lo de las obras maestras se nos sube a la cabeza y así nos acordamos de que la fragilidad y el no llegar ni a los mínimos de los mínimos también cuentan mucho para Dios.

¿Y por qué tanta supervivencia? Pues porque...


Física y circunstancialmente:

Las olas de calor

Poco hay que añadir a este "evento" que seguro que para tod@s, con embarazo o sin él, ha sido agotador. Eso que 3 de mis 4 embarazos han sido con barrigota en verano y yo iba concienciada desde que vi el + de lo que significaba estar embarazada en estos meses... pero este y sus olas de calor han superado tanto mi auto-concienciación como mis experiencias previas (¿Recordáis cuando os contaba que nunca más estaría embarazada en verano? Os doy permiso para reíros😂).

Dormir más mal de lo "normal" en un tercer trimestre de embarazo, con el cansancio que se va acumulando, las bajadas de tensión, las piernas hinchadas desde por la mañana, la fatiga y el no poder respirar... han sido el pan nuestro de cada día. (Antes de que os "metáis conmigo" os aclaro que en esta familia no tenemos aire acondicionado😁).


La pubalgia

A los síntomas que no conocía del embarazo, en este cuarto tengo que sumarle la pubalgia, esto es: dolor constante (da igual lo que hagas) en la zona de las caderas, pubis y hasta las rodillas. Si te sientas... malo, si te tumbas...peor, si estás de pie, regular y si caminas... tortura.

Normalmente empieza en el tercer trimestre por el peso del bebé pero lleva conmigo desde la semana 20 porque al ser un cuarto (y tener el suelo pélvico resentido desde el parto de Smis ligamentos están ya muy desgastados, aunque este último mes, lógicamente, ha ido en aumento.

¿Soluciones? Realistas en mi vida...pocas.


Una visitilla a urgencias

Y como debía ser, al llegar a la 36 empezaron las contracciones de Braxton (algo normal en el tercer trimestre) pero una noche noté un pinchazo muy extraño y después... me mojaba. Era poquito, gotitas, como sensación de humedad... no como cuando se rompe la bolsa de golpe (que lo notas, fijo).


Intenté acallar mi cabeza que siempre ha sido tachada de paranoica: al día siguiente era el cumple de R, así que Miguel no podía nacer esa noche ni yo podía ingresar en el hospital. Pero estuve todo el cumple con esa sensación de mojarme... ¿habría fisurado la bolsa?

Me tocó descartar en urgencias y, de nuevo, gracias a mis padres que me llevaron al hospital al que fui en Nochebuena (y que no es mi hospital de siempre, que ese es maravilloso). Y, las cosas del Señor, estaba una de mis "amables amigas" ginecólogas quien, después de cuestionar y debatir absolutamente todo lo que yo le contaba, amenazarme con que si me tenían que poner de parto no me iban a dejar ir a mi hospital de confianza (menos mal que yo conocía mis derechos) y decirme que no pensaba hacerme ninguna eco de control de líquido si la prueba del líquido salía negativa... me confirmó que lo suyo era falta de amabilidad crónica y no "una mala guardia en Nochebuena", pero por otro lado me alegré porque pudo comprobar que ese cuarto bebé que según ella no debía significar nada para una mamá que ya tenía 3 y del que "no te digo ni que sí ni que no, así que no vengas luego a reclamarme", significaba mucho y estaba casi a término 😉

Me cuesta entender que moleste tantísimo que alguien vaya a urgencias al hospital que le pilla más cerca, ni que se pretenda que las madres tengamos un máster en obstetricia por mucho que seamos madres, ni que se cuestione TANTO lo que sentimos o percibimos (porque si yo siento que me mojo, lo siento y punto, no hay discusión posible)...

Eso sí, conocí a una matrona maravillosa que en cuanto me pilló a solas, me dio toda la razón y de nuevo valoré la profesionalidad y el cariño del equipo del hospital en el que han nacido todos mis hijos (que aprovecho para aclarar que también es público, aunque los ecógrafos sean como habéis visto de estupendos en IG😂). 


Síndrome del Nido exagerado y una casa a medio hacer

Con S no tuve síndrome del nido más allá de comprar las típicas cosas del bebé que salen en las listas y que luego te comes con patatas (como la cuna😅). Lo pasé tan mal en el postparto viendo que no me daba tiempo ni a pasar una triste aspiradora que aprendí la lección (o lo haces antes del parto o luego... Puede que sea misión imposible) y ahora, durante el resto de mis embarazos, tengo un Síndrome del Nido elevado al máximo... (Para que os hagáis una idea, antes del parto de R, mientras empezaban las contracciones en casa, aproveché para pasar la última aspiradora 😂) 

Uno de mis objetivos antes de irnos a Salamanca era terminar las obras y cosillas pendientes más "gordas" que teníamos en casa (pendientes a los que tuvimos que añadir cambiar la tarima del salón después de la "inundación accidental") para luego poder dedicarme esperar a Miguel tranquilamente y deshacer el batiburrillo emocional que veía que teníamos formado...

Pero por más que hicimos, fue imposible terminarlo todo antes y aún seguimos, así que vivimos en una casa empantanada nivel Mudanza 2 que ya he asumido que va a seguir así cuando vuelva del hospital con Miguel y que tendremos que seguir rehaciendo poco a poco, algo que, os confieso, me quita MUCHO la paz.

PD: Lo del coche en el que sí cabemos los 6 y que no va a llegar a tiempo después de meses de espera lo dejo para otro post, que me estoy alargando mucho 😂


...Pero, como os decía al principio, esto solo son anécdotas que han aderezado nuestro verano, gotitas que iban colmando nuestros vasos, que no ayudaban mucho a que se solucionara la gran bola que REALMENTE teníamos con nosotros y que, en circunstancias normales, habrían sido estresantes pero se habrían quedado en eso... 


La Gran Bola o mis miedos de este embarazo:

Miedo a la falta de vínculo

Este ha sido el primer gran bloqueo que nos ha condicionado. Después de aquella visita a urgencias en la que cabía la mínima posibilidad de que hubiera que provocar el parto de Miguel, me di cuenta de una verdad que llevaba rondando unos días mi cabeza pero que me costaba muchísimo admitir: "no quería" que naciera Miguel. 

El simple hecho de pensarlo me bloqueaba y encima me hacía sentir increíblemente culpable porque... ¿CÓMO NO IBA A QUERER QUE LLEGARA EL MOMENTO DESPUÉS DE CÓMO HABÍA EMPEZADO TODO? ¡Me sentía una desagradecida

Esto hacía que no fuera capaz de pensar en el parto, de hablar del parto, de preparar las cosas de Miguel, de preparar la maleta del hospital, de terminar de cerrar cosas que me había propuesto cerrar antes de que naciera... no, Miguel no podía nacer porque yo, su madre, no estaba preparada para ello... ¿Y por qué?

Pues porque mi cabeza se había protegido extra precisamente por cómo empezó todo: Experimentar la fragilidad de la vida de aquella manera provocó que, durante el embarazo, me concienciara bastante poco de lo que estaba por llegar (por si se "truncaba" en algún otro momento) y me han entrado los miedos ahora (unidos al sentimiento de culpa inseparable de las madres) de no haber creado vínculo suficiente con el bebé que llevo dentro y cómo nos puede afectar esto en el postparto...

Y además de protegerme a mí... reconozco que también protegí, por más que intenté no hacerlo, a los niños y a J...


Miedo a las visitas

El segundo de mis miedos es el tema de las visitas. Los que habéis seguido el blog desde el principio o habéis leído la Historia de S sabéis que es una herida abierta en nuestra familia, herida que nos acaba afectando a J y a mí a nivel matrimonial cada vez que se avecina un nacimiento... 

A mi experiencia previa con S y R, hay que añadir ahora la suerte que tuve en el postparto de M (en confinamiento y por tanto, directamente sin opción a visitas de ningún tipo) y... lo que ahora conozco sobre el recién nacido y sus necesidades REALES gracias a Montessori y que confirma que mi necesidad de un postparto sin visitas tiene fundamento científico y real, en resumen: sé de muchas maneras posibles que lo último que necesitamos un recién nacido (y yo) son ciertas visitas...

Este tema me bloquea hasta tal punto que asocio el parto directamente con ellas y me ha costado admitir que cuando digo que no estoy preparada para que nazca Miguel, quiero decir también que no estoy preparada para lo que sé que viene inmediatamente después: la lucha de poder que desencadenan mis partos para poder tener un postparto en el nivel de intimidad que realmente necesito. 


El tercer bloqueo: los 3 pequeños que ya están "fuera", sobre todo M

Por último, pero no menos importante... están estos tres pequeños que ya están fuera y a los que (con mucho gusto) tengo que seguir atendiendo y acompañando 24/7 y que también han estado notando y manifestando muy intensamente todos estos miedos y cambios que están por llegar, cada uno a su manera:

S ha vivido con verdadera ansiedad las noches porque, desde que se entera de que el test es +, su mayor miedo es el momento en el que yo me vaya al hospital y pase dos noches con sus días fuera de casa. Si normalmente le cuesta descansar...este último mes ha dormido  literalmente encima mío y a cada mínimo movimiento que yo hacía se despertaba y me despertaba. Está muy angustiado también (y lo manifiesta) porque ya sabe que con las dichosas medidas Covid, esta vez ni siquiera va a poder venir a verme al hospital, algo que, para nosotros, es fundamental (me he llegado a plantear pedir el alta voluntaria si va bien el parto y aún no lo he descartado).

Tengo que decir que le estoy inmensamente agradecida porque me cuida muchísimo: me pone las sandalias, me coge sin que se lo pida cualquier cosa que se me haya caído al suelo, me prepara aperitivos sorpresa (me cuidó cuando tuve que hacer reposo dando alternativas y acompañando a sus hermanos)... es maravilloso. Toda su "demanda extra" es quedarse conmigo deshaciendo cajas o sellando el baño con silicona mientras sus hermanos van a la compra con su padre, así que no me ha desgastado mucho satisfacerla porque son ratitos especiales de mamá y S y a mí también me recargan las pilas

ha estado también más demandante de presencia y hemos observado pequeñas "regresiones" que entran dentro de lo esperable. El problema, de hecho, no es suyo, es nuestro, de los adultos, ya que cuando se nos acumulaba el cansancio (que ha sido muy habitual este verano) nos costaba acompañarlas y encajarlas como ella se merece. Por otro lado, jugamos con la ventaja de que suele expresar muy bien lo que necesita y se acerca directamente a decirme: "Mamá ¿podemos buscar un huequito para... hacer pompones de lana/ troquelar papeles/ hacer el libro de actividades?" 

También ha estado pidiendo más muestras de cariño físico (algo que en ella es bastante inusual): pide caricias, besos y mimos y por las mañanas necesita abrazos eternos (cosa que tampoco suele ser habitual en ella... así que lo he disfrutado mucho). Os reconozco con más culpa que encuentro menos "huequitos" de los que me pide y menos aún de los que sé que necesita pero no me pide. 

M...es mi tercer gran miedo de este embarazo/postparto. Es una pequeña lapita mimosa de 2 años, al que adoro con esos "defectitos lindos que desaparecerán" (propios de sus realmente maravillosos 2 años) de los que habla María Montessori en uno de sus libros. M, intuye perfectamente lo que pasa y ahora mismo no consiente dejar de verme ni medio segundo, ni de día ni de noche (duerme con sus manos en mi cara y no las despega en ningún momento). Si tenemos que ir a algún sitio separados, en el momento en el que volvemos a juntarnos necesita estar el 100% del resto del tiempo en mis brazos, sin hacer nada más que estar acurrucadito

Claramente, es el mayor aliciente a mi planteamiento de pedir el Alta Rápida Voluntaria si el parto va bien. 


Algunos días ha "decidido" dejar de comer, su meta equivocada está siendo muy habitualmente las luchas de poder, las explosiones emocionales son constantes, intensas y muy duraderas, incluso dormido las tiene (sus "puntas del iceberg" pueden ser desde que he ido al baño y él no quería que yo hiciera pis, que he cortado yo el papel higiénico y quería hacerlo él, que he tirado de la cadena y no quería que tirara, que me he puesto unas sandalias y no otras, que he cogido una cuchara distinta a la que él me había dado...). 

Yo intento acompañarle lo mejor que puedo pero por desgracia, mi jarrita de paciencia, que está un poco pocha por todo lo demás, se vacía más rápido de lo habitual, así que hay muchas veces que no puedo acompañarle como me gustaría (y eso se traduce en más culpa)

También necesita muchos, pero muchos mimos y brazos, estoy intentando concienciarme de que voy a tener 2 exterogestantes a la vez (Miguel y M) y espero sacar fuerzas de donde sea para ser capaz de atender a los 2 como van a necesitar que les atienda (siendo consciente desde ya... de que no es 100% posible). 

Otro de mis miedos con él es la lactancia de Miguel. La suya fue maravillosa pero terminó de la peor manera después de la amenaza de aborto y aún tiene su heridita sin curar (y yo también), así que no sé cómo le va a afectar la lactancia de su nuevo hermanito y yo, sinceramente, no me veo actualmente haciendo tándem con los dos (aunque nunca digo nunca en crianza... igual me sorprendo). 


...Por eso, muchas de mis hojas en blanco se han llenado de SUPERVIVENCIA...

...Y está genial porque sé que el Señor sabe lo que a mi yo controladora y perfeccionista le cuesta escribir esa palabra, así que... Bendita supervivencia si también es por hacer todo lo posible por construir el Reino de Dios, aunque nos quede un churro y no una obra maestra.

Lo importante es, sea como sea, seguir escribiendo... ¿No?


Gracias por haber leído el post-actualización infinito, por permitir que me "queje" por aquí y por todos los mensajes que se me han acumulado: es un regalo contar con vosotr@s.

En nada, os presento por fin a la verdadera obra maestra de esta historia (y que, por cierto, tampoco es mía): Miguel, mi ESPERADO, aunque con miedo, bebé 4. 


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