Cuando dí a luz me moría de ganas por escribir este post pero ya sabéis cómo va esto de los recién nacidos y el "tiempo libre" (y si tienes más hijos a los que atender ya... olvídate del todo), así que más o menos las dos primeras semanas me las pasé absorbida por M (solo dos semanas... ¡increíble!) y justo cuando me senté en el ordenador para presentaros a M... ¿sabéis qué pasó? Sí, exacto, el Confinamiento.
Con todo lo que estaba pasando... la verdad es que no tenía cabeza para escribir sobre M 😩 ¡cómo iba a escribir sobre algo así con la situación que estamos viviendo! No me salía... pero llegados a este punto me he dado cuenta de que actualmente (2 semanas de confinamiento "oficial" después, porque nosotros llevamos 2 más...) NECESITO escribir sobre algo que no sea el COVID-19, necesito leer otras cosas que no sean sobre el Coronavirus, pensar en cosas distintas al Coronavirus, hablar de cosas que no tengan nada que ver con el Coronavirus...
O sí, porque el nacimiento de M y el Coronavirus siempre estarán unidos en mis recuerdos, esta pandemia "ha marcado" el inicio de su vida para bien y/o para mal.
Sí, M, así comenzó tu Historia, a las puertas de la pandemia del Covid-19... y desde luego, visto con un poco de perspectiva, puedo decir que llegaste justo a tiempo, en el mejor momento 😉.
Os cuento cómo fue el nacimiento de M y espero que, como a mí, os ayude a desconectar (que no olvidar...) por un momentín de la situación que estamos viviendo para retomarla con más fuerzas al acabar de leer.
El parto "más largo de la Historia" y el más duro de los tres
Cuando echo la vista atrás tengo la sensación de que el parto de M ha durado... ¡siglos! Para mí, psicológica y emocionalmente, el momento de su nacimiento comenzó con apenas 6 semanas de gestación.
Desde ese momento la Fecha Probable de Parto empezó a ser una verdadera preocupación para nosotros (ya os conté aquí por qué) y mes tras mes, a medida que se acercaba la fecha, el tema nos preocupaba más.
Con R me pasó algo parecido: la FPP coincidía con el mes de las Oposiciones que me estaba preparando, pero en esa ocasión, una vez finalizó la primera fase de oposición, se acabó mi "sufrimiento" por la fecha, y tuve algunas semanas para relajarme y dejar esa preocupación bien atrás.
En este caso no ha sido así. A medida que se acercaba la fecha me iba poniendo más y más nerviosa. Mis pensamientos se debatían constantemente entre las ganas de tener ya a mi pequeño y el "ahora no por favor que no es el momento adecuado".
Empecé a tener contracciones en la semana 36. Siempre me pasa, así que salvo un par de días en los que parecía que no iban a parar, esta vez no me "asusté". El resto de días, si me sentaba a descansar, paraban, así que debían ser de las que llaman Contracciones de Braxton, pero a diferencia de los embarazos anteriores, estas contracciones eran súper intensas y muy agudas (realmente muy parecidas a las de parto), tanto que varias noches me desperté del dolor incluso, y se repitieron hasta la misma semana del parto (4 semanitas más tarde...)
Las últimas revisiones fueron muy seguidas y controladas. Que si parecía que había poco líquido (ya me indujeron con S por este motivo), que si luego seguía estable y podíamos aguantar una semana más porque M tenía un percentil bajito... así las 3 últimas semanas. "Si notas que no se mueve, te vienes a urgencias"... ¡Ahí es nada! Me pasaba día y noche pendiente de que mi M se moviera y cuando pasaba un rato y no se había movido... me preocupaba muchísimo, evidentemente. Por dentro yo deseaba que me indujeran porque necesitaba saber que todo iba a ir bien y terminar con esa incertidumbre...
Entre revisión y revisión, S se rompió un codo y yo me sentí la peor madre del mundo pero la más afortunada por no haber dado a luz aún y haberle podido acompañar en aquella "aventura" (aunque siguiera preocupada por que M estuviera bien).
Y a toooodo esto hay que sumarle que desde que se acabaron las vacaciones de Navidad y J volvió al cole, los días con los niños en casa y mi barrigota inmensa se me hacían ya eteeeeeernos. J llegaba tardísimo del cole y mis energías no daban para más... y se notaba. El cansancio hacía que saltara por todo, que controlara peor a la mamá gritona que llevo dentro, que no conectara con mis hijos, que no pudiera con mi cuerpo, y que me saliera muy frecuentemente la mamá que "no me gusta ser" pero que está ahí.
Total... ¡que menudo ir y venir de "ahora sería buen momento y ahora mejor no" que tuve de Junio... a Febrero!
Y llegó el Gran Día
La FPP de M era el 26 de Febrero, así que ese día yo fui a mi revisión de las 40 semanas (una semana después de la revisión que me hicieron a las 39 semanas...) con muchos nervios. Las opciones eran: inducir si el líquido había disminuido, probar Hamilton (con mi pleno consentimiento por supuesto) si el cuello del útero estaba preparado, o volver a casa y seguir esperando por tercera semana consecutiva hasta la fecha que había programada para la inducción.
El líquido seguía estable, M estaba bien, yo estaba bien y el cuello del útero... estaba un poquito preparado, tan poquito que la doctora me hizo el Hamilton (repito que con mi pleno consentimiento) advirtiéndome de que tenía muy pocas esperanzas de que se desencadenara nada.
Y de vuelta a casa... con cero contracciones. Me desanimé muchísimo. Con R también me hicieron la maniobra y comencé a tener contracciones ya saliendo del hospital (y dí a luz unas horas después), pero ahora... nada. Así que empecé a hacerme a la idea de que tampoco iba a ser el día.
Pero, cosas de la vida: J vino del cole y nos trajo un aperitivo, y tomando mi aperitivo estaba cuando de repente... una contracción y al rato, otra... y otra... ¡la maniobra había funcionado contra todo pronóstico!
Al hospital
Aún así, no me creí que estaba de parto hasta que me lo confirmaron al llegar al hospital... las contracciones eran fuertes pero no mucho más que las que llevaba teniendo algunos días atrás y desde luego recordaba las de mis otros partos mucho más dolorosas, pero sí, estaba de parto.
Me pasaron a dilatación pero mi cabeza seguía sin asimilarlo. Probé un "truco" que me impactó muchísimo con R y cogí un pañal de los que te dan en el hospital de talla cero... es un pañal que cabe en mi mano... es minúsculo, con R me impresionó tantísimo que fue ahí cuando empecé a concienciarme verdaderamente de que iba a tener de nuevo a un recién nacido en casa... pero con M... nada, seguía sin hacerme a la idea.
Tercer parto y cero preparada mentalmente. Estaba nerviosísima, bloqueadísima... las contracciones no eran muy fuertes y mi cabeza me decía que "iban a parar" en algún momento, pero aún así pedí la epidural porque no quería ni pensar en la posibilidad de dar a luz sin ella (el dolor y yo nos llevamos fatal 😂).
Y me pasó como con S, se me lateralizó y se me durmió el lado izquierdo por completo: no sentía mi pierna ni sentía las contracciones como es debido.
El expulsivo... también eterno
Después de unas 4 horas (calculo, porque llega un momento en el que pierdes la noción del tiempo) en dilatación, estaba completa, así que tocaba recordar cómo hacer los pujos y pasar a paritorio... y ahí terminé de desanimarme: no sentía nada bien las contracciones y no podía empujar bien "sin una pierna", exactamente igual que me pasó con S.
Mi tía (que tengo la inmensa suerte de que es nuestra matrona) me dijo que estuviera tranquila, que lo estaba haciendo bien, pero yo había perdido la confianza en mí misma y mi cabeza y mis recuerdos me jugaron una mala pasada.
Entré al paritorio con mucho miedo (en los anteriores no tuve tanto miedo), miedo por que se repitiera la historia de S y el desgarrito al no poder empujar bien. Me desahucié mentalmente: no iba a ser un parto tan bueno como el de R, en el que sí pude colaborar.
Las matronas me avisaban cuando venían contracciones y yo sujetaba mi pierna dormida y empujaba con todas mis fuerzas, pero no sentía prácticamente nada... fue el expulsivo más largo de los tres. Se me hizo eterno, me angustiaba pensando en el pobre M a medio camino todavía, ¿y si yo no sabía hacerlo? (sí, aún siendo el tercero), ¿y si acababa en cesárea?... No podía más (eso me decía mi cabeza), yo empujaba y no notaba nada por ahí abajo... hasta que empecé a notar... ¡demasiado! La epidural no había hecho efecto en la zona perianal... ¡qué dolor!
Y grité (en los anteriores no había gritado) y ahí ya pude colaborar mejor y noté cómo salía cada una de las partes del cuerpo de M, y aguanté la respiración y volví a empujar y noté cómo me desgarraba de nuevo.
Pero M... ya había salido que para mí era el alivio más grande... había vivido preocupada por si M estaría bien durante las últimas cuatro semanas eternas y por fin ahí estaba, respirando tan tranquilo sobre mi pecho ¡por fin podía abrazarle y él estaba bien! Tenía tantas ganas de tenerle que me faltó poquísimo para "quitárselo" de las manos a mi tía mientras me lo acercaba 😂 (y eso, con los otros no me pasó tampoco).
Empezaron a coserme (y por supuesto, lo noté) pero yo ya respiraba también: ¡A la porra el desgarro! Ya me conocía sus consecuencias así que esta vez las afrontaría de otra manera.
Y sí, lloré cuando pude abrazar a M (en los otros partos tampoco había llorado) y cuando mi tía le recibió bendiciéndole con la señal de la cruz... sentí cómo por fin se empezaba a cerrar una herida que había estado incordiándome durante todo el embarazo: la sensación de que M no había sido recibido con toda la alegría que se merecía (con excepciones, por supuesto), de que no era importante, de que no existía, de que molestaba su existencia... Quizá por eso se me hizo tan largo...
Y claro que existía y para muchos ha sido, es y será una bendición, empezando por mí, porque en este mes que lleva "al otro lado de la barriga" lo único que ha hecho M es seguir curando mis heridas, pero eso ya es historia de otro post 😊
Gracias infinitas por leerme, a pesar de "la situación" y ánimo a todos los que estáis luchando contra esta pandemia ahí fuera 💗
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