Avanzamos un poquillo en la Historia de Miguel y os cuento, como siempre hago, lo ESPECTACULAR que fue su parto. De hecho, os diría, que me ha demostrado que cuantos más partos tengo... más me engancha! La parte "menos bonita" ya no me choca tanto y la parte bonita cada vez me sorprende más porque soy más consciente de su existencia.
Ya os conté que me costó muchísimo a nivel mental llegar a la FPP de Miguel: no me sentía en absoluto preparada y mi cabeza estaba completamente bloqueada. El mismo día del parto, durante la dilatación, me costaba asumir todo lo que se venía con la llegada de Miguel, el caos que iba a suponer para nosotros nuevamente ser uno más y lo que iban a pasar mis otros 3 al estar separados 48h de mí (ahora con Miguel en el hospital por la infección... llevan ya casi una semana sin mí y no les ha pasado nada 😂... vaaaale, y a mí tampoco😉).
Pero gracias a Dios, una vez más, esa sensación cambió de inmediato cuando por fin tuve a Miguel en brazos.
Os cuento cómo fue el parto más especial de los 4.
Nos toca ir a inducción
Una de las cosas "buenas" de llegar a la fecha de inducción es que a nivel de organización familiar te permite tener la situación bastante controlada (quién se va a quedar con los demás niños, cómo vamos a apañarnos los días de hospital, cuándo tener por fin la maleta preparada...) y a mí, con mi alta necesidad de control, no os voy a engañar, me da muchísima paz mental eso de no tener que salir corriendo sin saber si voy a llegar a tiempo a paritorio o vamos a tener un parto de película en cualquier otro lugar...
Y, aunque mi mente me pedía más tiempo, había llegado para nosotros la fecha de inducción, así que por la mañana me despedí de mis otros 3 (que estaban más mentalizados que yo) y me fui al hospital... pero cuando me exploraron vieron que el cuello del útero no estaba nada pero nada preparado (mis contracciones de Braxton sirven para poco como veis 😂).
Como suelo ir justa de líquido en las últimas semanas, también lo revisaron por si acaso: podíamos esperar algunos días más, aunque tampoco muchos. Entonces me hicieron unos monitores para comprobar que todo estuviera correctamente. Todo parecía ir bien hasta que el ritmo cardíaco de Miguel empezó a hacer "cosas raras" (no sé el término médico 😂) que no gustaron nada a los profesionales que me estaban observando: no íbamos a esperar, definitivamente había que inducir.
Dilatación eterna
Pasaban las horas y ahí no se movía nada. Mi útero estaba tan poco preparado como mi cabeza. Tenía contracciones pero en cuanto me sentaba o me tumbaba se paraban completamente, así que estuve caminando arriba y abajo lo poquito que daban de sí los cables de los monitores (unos 4-5 pasos).
La mañana se me hizo eterna y el parto no arrancaba. Llegó la hora de comer y ahí seguía sin moverse nada. En ese momento me empecé a desesperar: no quería pasar más de 2 noches fuera de casa y si eso seguía sin avanzar había posibilidades de que se convirtieran en 3... Me veía dando a luz a Miguel de madrugada y estresada porque J estaría conmigo y no con mis niños que nos estarían echando muchísimo de menos (ya sabéis que a nosotros nos funciona mejor si J está en el parto pero luego se va a casa a hacerse cargo 100% de los demás niños).
Walking epidural
Había dilatado 2cm pero el cuello del útero estaba aún muy atrás. Entonces me pusieron oxitocina y por fin las contracciones empezaron a subir en intensidad, mucho, muchísimo. Primero llegaron las que yo sé que me hacen "bailar" pero que aún son soportables y después se convirtieron en esas que me dan la señal de que es el momento de pedir la epidural (que para mí es fundamental).
La pedí y me pusieron una epidural que era nueva para mí y de la que tengo que decir que, efectivamente, es una auténtica maravilla porque sientes perfectamente todo lo que ocurre de cintura para abajo pero NO SIENTES DOLOR.
Y así fue... ¡no dolía nada y sentía absolutamente todo! Notaba sin dolor cómo las contracciones apretaban mi barriga y cómo el cuello del útero se movía y se dilataba, así que era completamente consciente de en qué momento del proceso estaba y eso ayuda mucho.
Y de repente, en cuestión de MINUTOS...
Estaba yo dando la noticia a mis amigos cuando de repente... PLASH! "¿Has oído eso?"-le pregunté a J, que estaba atónito: ¡Había roto la bolsa!
Llamé a mi tía (que tengo la suerte de que es mi matrona y ese día trabajaba) con el timbre para decírselo, me secaron un poco y mientras cerraba la puerta me dijo: "Si notas ganas de empujar avísame".
Cerró la puerta y la tuvo que volver a abrir al momento porque las ganas fueron inmediatas...¡Nos íbamos a paritorio!
Me había tocado en una cama de dilatación que se transformaba en cama de parto directamente, por lo que no me tuvieron que mover y mi cuerpo (que controlaba yo al 100%) estaba muy bien colocado. Pero además conmigo estaban dos de las mejores matronas del mundo, mi tía y una de sus compañeras a la que también le debo gran parte de la lactancia de mis 4.
"¿Quieres el espejo?" -me preguntaron. Miré a J y me dio por fin el "visto bueno" al espejo (a la cuarta va la vencida😂). Ya estaba lista, notaba todo, cuando venía una contracción era capaz de empujar sintiendo la contracción y mis piernas gracias a la nueva epidural y además, podía ver en el espejo cómo iba avanzando.
Pero el momento más espectacular y que no había sentido nunca en los anteriores fue cuando noté perfectamente cómo el cuerpo de Miguel rotaba por el canal de parto para colocarse: último pujo y ya estaba!
Y así fue, el viernes 26 de agosto en cuestión de 20 minutos de parto
ya tenía conmigo, por fin, a mi Miguel, el mismo que "se quería ir al Cielo antes de tiempo" y no se había ido: me había hecho el favor de quedarse conmigo...
y ¿sabéis qué? Que claro que había vínculo (puede no haberlo, que no es magia😉) y todo lo que había bloqueado mi cabeza en esa recta final... se quedó en absolutamente NADA.
¿Y lloré? Pues sí, esta vez lloré, de hecho en cada parto lloro más... porque cada vez soy más consciente del milagro que es tener a un bebé calentito acurrucadito en mi cuerpo.
Y después, cuando nos quedamos solitos, Miguel y yo pudimos disfrutar por fin de nuestra particular "
Nochebuena"... ¡Era tan pequeñito! El más pequeñito de todos... y ¡se parecía tanto a S con sus labios finitos y su boquita perfecta!
Mirándole estaba cuando me percaté de lo que aparece en la foto que encabeza el post. Era la impresión de la placenta de Miguel (algo que hacen en mi hospital desde hace poco). No había pensado pedirla porque, al no tener la de los otros 3, no le veía sentido, pero mi tía me la hizo... Y MENOS MAL porque en ese momento me di cuenta de lo doblemente especial que era la placenta de Miguel que había "puesto todo de su parte" para agarrarse bien fuerte pese al hematoma y que Miguel pudiera quedarse conmigo 💗.
Claramente esa placenta se merecía un recuerdo así de ESPECIAL, tan especial como el parto de Miguel, un parto del que me había "protegido" por miedo a que no pudiera ser... Pero que gracias a Dios, FUE.
GRACIAS por estar al otro lado!
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