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¡¡¡HIJO!!!: LA IMPORTANCIA DEL LENGUAJE QUE USAMOS CON LOS NIÑOS



Esta es una de esas entradas que necesito escribir para desahogarme o aclarar ideas. Y es que este tema lleva pesándome ya unas cuantas semanas, pero hace ya dos domingos, con el Evangelio del Hijo Pródigo, terminó de rematarme. 

Todo comienza con esta palabra tan preciosa, pero que quizá tenemos tan incorporada en nuestra jerga habitual que nos hemos olvidado de la belleza inmensa que esconde


La palabra "HIJO"

¿Os habéis dado cuenta de todo lo que conlleva el significado de esta palabra? No todas las personas del mundo son padres, pero lo que está claro es que todos somos HIJOS. 

Hijos de Dios... e hijos de nuestros padres. Hijos con historias varias: historias de amor, historias de respeto, historias de admiración, de agradecimiento, de salvación, de crecimiento, de misericordia, de generosidad y entrega, historias constructivas... Historias que hacen que ames con todas tus fuerzas ser HIJO y todo lo que supone.  

Por desgracia también hay HIJOS de historias destructivas, desgarradoras, tristes, dolorosas, historias que hieren mortalmente esa esencia de hijo que tiene todo ser humano y que acaban convirtiendo esa maravillosa palabra en algo a despreciar, borrar y olvidar. 

Yo siempre he sido hija, y tengo la suerte de que mi historia de hija es de las maravillosas, pero también es cierto que no somos perfectos y los padres vamos dejando heridillas en nuestros hijos, y yo como hija también tenía alguna heridilla de esas. Así que aunque siempre me he sentido hija, durante mi noviazgo con J tuve que aprender la grandeza del significado de esa palabra y sentirme HIJA de verdad. Qué "casualidad" que a J le pasó más o menos lo mismo y pudimos hacer juntos ese camino. 


"Yo nunca..."

Recuerdo que en esos momentos de nuestro noviazgo, una de las conversaciones más frecuentes que tenía con J decía algo así como: "No entiendo cómo muchas veces los padres utilizan la palabra HIJO para regañar, con tono de queja y como inicio de una bronca. Menos mal que nosotros nos hemos dado cuenta a tiempo y no la usaremos nunca para eso".

Pues hala, "hija"... como suele suceder con los "yo nunca..." he tenido que comerme mis palabras. Sí, tengo tan interiorizado ese "hijo" quejumbroso, ese que suena algo así como: "¡HiIjoOo!" que últimamente lo suelto a diestro y siniestro cada vez que pierdo la paciencia con S (porque sí, yo también pierdo la paciencia con mis hijos porque soy muy humana). 

Cada vez que se me escapa (porque de verdad, se me escapa) siento una bofetada por dentro, pero el remate final ha sido este: el momento en el que, cada vez que se me escapa la palabrita con este tono, S me dice muy enfadado: ¡QUE YO NO SOY HIJO!


¡¿Y es que a quién le gusta ser "hijo con tono quejumbroso o de reproche"?! Obviamente, a nadie. 


La que he liado...

La primera vez que S dijo esa frase... cayó sobre mí como una losa con grandes dosis de culpa, mucha culpa... lo había hecho, había transformado una de las palabras más preciosas del mundo en una de las más horribles. S no quería ser hijo. 

Le expliqué que ser hijo era algo maravilloso, que era una palabra preciosa, que él era hijo y yo su mamá... que es una de las palabras más bonitas del mundo pero que mamá se confundía y la utilizaba para regañar y quejarse. 

Pero S estaba muy convencido con sus argumentos (yo también lo estaría en su situación), así que no hubo manera de que cambiara su percepción sobre la palabrita. 

Por supuesto, me propuse no dejarme vencer por la culpa (en primer lugar) y hacer todo lo posible para no utilizar esa palabra para regañar... pero de nuevo soy humana y la tengo tan interiorizada... que por más que lo intento se me sigue escapando. 

El punto siguiente ha sido que ahora, para terminar de rematarme un poco más, mi S utiliza esa palabra para regañarnos o quejarse, exactamente con el mismo soniquete: "¡HiIjaAa!" Son esponjas y espejos... y a mí me hace polvo cada vez que lo oigo porque sé que es reflejo de mi conducta... Me paso el día buscando cómo decir las cosas ¡y la he "liado" con algo tan tonto!


La importancia del lenguaje que usamos con los niños

Y he aquí un clarísimo ejemplo de esto otro: la importancia de las formas y del lenguaje con los que nos dirigimos a los niños. 

Por más que me empeño, la palabra hijo se ha cargado de tanta negatividad para S que ahora es muy difícil devolverle su belleza. Me recuerda un montón a algo que escuché a Alberto Soler en un vídeo. Hablaba de las etiquetas que ponemos a los niños y las comparaba con las etiquetas de los botes de conserva: son muy fáciles de poner (las pone una máquina, en serie y sin esfuerzo alguno), pero muy difíciles de quitar (lo intentamos de mil maneras, con estropajo, con alcohol, con calor... pero siempre se queda algún trocito de etiqueta o de pegamento). Pues con la connotación negativa de la palabra HIJO, me ha pasado igual.

De todos es sabido a estas alturas que no debemos usar etiquetas, que tenemos que intentar utilizar un lenguaje positivo, respetuoso, que hay que cuidar el tono y la forma en que nos comunicamos con los niños, que el cómo lo hagamos formará en gran parte su autoestima, su autoconcepto, su seguridad, la confianza en sí mismos, la relación con su figura de apego y la forma en que se van a relacionar con los demás (entre otras cosas... pero ahí es nada...)

Así que, mamás y papás, cuidado con cómo utilizamos las palabras, sobre todo estas tan especiales como hij@, cariño, tesoro... e incluso... ¡sus nombres! ¿Cuántas veces también utilizamos sus nombres para regañar? (Sí, también soy culpable de esto).


¿Y ahora qué hacemos?

Y ahora viene mi "reflexión más allá" (las misas con niños... que como de por sí te enteras de poco, a mi cabeza le da para divagar mucho 😂).

El lenguaje positivo está muy bien. Hago todo lo posible para utilizarlo con mis hij@s, cada vez soy más consciente de los momentos en los que meto la pata en esto e intento corregirlo, reconectar, reformular, cambiar el tono, la posición corporal... si no puedo sobre la marcha, al menos me pongo a buscar maneras positivas de decir las cosas para la próxima ocasión que se presente (porque de nuevo, tenemos tan aprendido el otro lenguaje que cuesta mucho cambiar el chip). 

Y en estas divagaciones estaba cuando de repente tuve claro que además, nosotros como padres debíamos ir un paso más allá del lenguaje positivo. Obviamente los "no creyentes" también podéis hacer esto, por supuesto, pero los padres que además decimos ser cristianos deberíamos tenerlo especialmente en cuenta...  

Ese paso es LA BENDICIÓN: bendecir significa "decir bien" y nosotros estamos llamados a decir bien de nuestros HIJOS, a utilizar la palabra HIJO para la bendición y no para la queja, a dotar de Verdadero significado esa palabra y a devolverle su dignidad. 

Igual que el Padre le devuelve la dignidad de hijo al que "ya no merecía" ser llamado hijo suyo...


Ojalá yo también lo consiga y le devuelva a S la grandeza de saber que sí, que él es HIJO y que eso es una de las cosas más maravillosas que podemos ser en nuestra vida. De momento sigo metiendo con frecuencia la pata... pero estoy tranquila, porque sé que donde yo como madre imperfecta y limitada no llego, Él, el verdadero Padre, llega perfectamente.


Me gustaría preguntaros:

¿Qué os parece esta idea? ¿Os habíais parado a pensar en la importancia del lenguaje que usamos con los niños? ¿Deberíamos transformar el lenguaje positivo en algo mucho más grande, en BENDICIÓN? ¿Se puede 😂?

¿Se os ocurre alguna manera de ayudar a que S elimine la negatividad de la palabra Hijo? ¿Y de no olvidarme de usarla para bendecir en lugar de para quejarme? ¿Os ha pasado algo parecido con vuestros hij@s?

¡Venga va, seguro que entre tod@s podemos ayudarnos!¡Os leo en comentarios!


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