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Y MI S CUMPLE 4... LA HISTORIA DE S




Y si en la entrada anterior os hablaba del cumple de R... hoy es el turno de S, porque hoy hace 4 años que mi pequeñito vino para cambiarnos la vida de arriba abajo, y para que se entienda por qué hemos llegado hasta aquí, necesito contar su historia. 

Seguro que más de un@ entendéis a lo que me refiero si os digo que ese día no solo nació S, también nací yo, otra "nueva yo", no sé si mejor o peor, pero está claro que distinta a la que había sido hasta el momento. 

Cuando tuve a S en mis brazos no me imaginaba toooooodo lo que iba a aprender ese primer año, ni lo duro que iba a ser, ni lo bonito también (tenéis un mini adelanto en el blog de "Con hijos y a lo loco"). Me topé de bruces con el VERDADERO SIGNIFICADO de términos como "desgarro perianal", "suelo pélvico", "lactancia a demanda", "bebés de alta demanda", "intimidad en el postparto", "colecho", "postparto", "puerperio", "visitas, visitas y más visitas", "babyblues y depresión postparto", "ansiedad", "terapia", "sobrevivir" y "no tener realmente tiempo para nada más". 

Pero también entendí el verdadero significado de... "crianza con apego", "crianza natural", "crianza consciente", "amor incondicional", "disciplina positiva", "Baby-lead weaning", "agradecimiento", "entrega" y "MATERNIDAD"... Y todos y cada uno de esos términos y realidades del primer grupo y del segundo configuraron lo que es hoy NUESTRA FAMILIA, una familia maravillosa de la que no puedo estar más orgullosa y por la que no puedo estar más agradecida. 

Fue entonces cuando empecé a escribir. Necesitaba desahogarme y organizar mis ideas, pensamientos y sentimientos, pero sobre todo: no quería que se me olvidara nada de aquello NUNCA. ¡Aprendí tanto!

Así que, para no extenderme más, que ya va a ser suficientemente largo el asunto, os cuento que iré sacando una serie de post sobre la historia de S y que probablemente  (entiéndase: "si mis hij@s me dejan") salgan los domingos.

Y empezamos hoy (aunque no es domingo), hoy que se cumplen 4 añazos de aquel maravilloso acontecimiento, hoy que el MEJOR MAESTRO que he tenido en mi vida se me hace un añito más mayor... Y preparaos porque si con el cumple de R me emociono al recordar... con el de S soy capaz de tirarme una semana entera a lágrima viva 😂. 


Última revisión del embarazo... ¡y nos quedamos en el hospital!


El tercer trimestre de embarazo, en pleno verano madrileño se me hizo eteeeeeeerno. Piernas hinchadas, calor sofocante, contracciones de Braxton, insomnio, ardor de estómago, cenas a las 7, peli con ventilador y paseítos a las 2 de la madrugada porque el resto del día era imposible... e impaciencia, mucha impaciencia, "por favor que salga ya de una vez que me va a dar algo".

Pasaban las semanas y mis amigos iban perdiendo uno a uno sus apuestas... porque S no se decidía a salir.

Era sábado y empezábamos la semana 39. A las 19h teníamos revisión en el hospital. La tía A (mi matrona) nos dijo que, por si acaso, nos lleváramos la maletita. 

Habíamos comido en casa de los padres de J, y ya estábamos de vuelta. Teníamos todo preparado, la casa limpia y recogida y solo quedaba esperar a que llegara la hora de irse... Nunca se me olvidarán esos largos 60 minutos de espera. J y yo, sentados en la cama, en silencio... "¿te das cuenta de que pueden ser nuestros últimos minutos solos?" Silencio, nervios y emoción...

Yo estaba dividida; por un lado deseaba que nos dijeran que nos teníamos que quedar en el hospital, pero por otro me moría de nostalgia y después de todo no me importaba que S aguantara una semanita más (incoherencias de mi cabeza que siempre va a mil por hora). 


Llegó la hora y la tía A, tan puntual como siempre, llamó al telefonillo: nos esperaba en el coche. Y al hospital que nos fuimos, sin gritos, sin dolor, sin contracciones, sin nervios, sin prisa... vamos, nada que ver con las películas.

Tocaba ecografía para ver al bebé. Todo parecía estar bien... salvo una cosilla: S se estaba quedando sin líquido amniótico... ¡nos teníamos que quedar! Más nervios, pero confiados porque estábamos en las mejores manos. 

Pese a las contracciones de Braxton que llevaba teniendo un par de semanas, el cuello del útero estaba cero preparado (como si lo del parto no fuera a ir con él, vamos...), así que tuvieron que inducirme con prostaglandinas. Nos llevaron a una de las salas de dilatación, no había mucha gente por lo que pudimos quedarnos en ella y J pudo usar la otra cama. Me enchufaron a los monitores, me pusieron una vía para "por si acaso" tenerla ya hecha, y se acabó el beber y el comer. Cuando ya estaba instalada en la cama en la que iba a pasar una larga noche, me pusieron el tamponcito con prostaglandinas para provocar la dilatación. 

"Esto dura 24h, y si no hace efecto ponemos otro, que dura otras 24h... así que a relajarse y a tener paciencia", dijo la doctora. Eran ya las 9 de la noche o así (porque ahí ya empecé a perder la noción del tiempo). 


La noche en dilatación


Horas laaargas, el corazón de S de fondo en los monitores, mi pobre tía A entrando para controlarlos, J aparentemente tranquilo hablando constantemente por el móvil con mis padres, los suyos y nuestros amigos... y las gomitas de los monitores apretando la barriga. ¡Me moría de sed!

A las once vino mi tía a despedirse, al día siguiente tenía guardia y como la cosa parecía que iba para largo, la "ordenamos" irse a descansar, a lo que accedió con la condición de que la llamásemos en cuanto pasara algo. 

Me hacía mucho mucho pis... así que llamamos a la matrona para que me diera una cuña... ¡qué difícil es hacer pis en un cacharrito de esos! Yo no veía, estaba totalmente tumbada, tenía mucho, pero mucho pis... y la cuña se desbordó... ¡si me quedaba un poquito de vergüenza ahí ya la perdí toda! A cambiar la sábana, el camisón... ¡qué corte! 

Había que dormir, así que J se metió en la otra cama y yo intenté cerrar los ojos... ¡imposible! Además de la emoción y de los nervios, al principio las gomitas me apretaban muchísimo, después más sed... y en torno a la una de la mañana... contracciones. Efectivamente eran igualitas a las de la regla, pero poco a poco iban aumentando. Otra hora más. 

Las matronas entraban de vez en cuando para ver que estaba todo bien. Una de ellas me trajo una bolsita de semillas calentita y me la puse en los riñones ¡qué alivio! Las contracciones seguían in crescendo pero yo no quería dar mucho la lata con el botoncito de avisar, había que esperar y podía soportarlas, aunque sabía que no iba a dormir mucho. 

2:30. Me entraron unas ganas horribles de vomitar. No quería despertar a J pero necesitaba al menos mojarme los labios y yo no podía moverme. El pobre se levantó enseguida y me acercó mi botella de agua helada... solo los labios. Se sentó a mi ladito mientras contestaba la enorme ristra de mensajes de whatsapp de todos los que preguntaban por nosotros. 

De vez en cuando me hacía una foto al papel de los monitores para que yo pudiera ver cómo eran las contracciones (la tía A nos lo había explicado muy bien). Se veían los piquitos, pero aún eran pequeños... "¿¡cómo dolerán entonces las grandes?!"... Hacía un rato que habían dejado de parecerse a las de la regla... ¡parecía que me iba a partir en dos!

Entre contracción y contracción me entraban los calores. En mi neceser tenía una toallita pequeña que uso para la cara, J la mojaba con agua fresquita y me la ponía en la frente y en la nuca para refrescarme, ¡qué alivio! 

3AM: Le dije al pobre J que al menos descansara él. Se estaba sentando en su cama cuando de repente... ¡pá! Noté y escuché literalmente como si un globo se hubiera roto dentro de mí, por la zona más pegada al cuello del útero..."¿qué ha sido eso?", preguntó J (él también lo había escuchado)...

"Pues... yo creo que ha sido que he roto aguas... eso... o me he hecho pis". No me quedó más remedio entonces que llamar a la matrona: efectivamente, se había roto la bolsa. El tamponcito había hecho efecto en cuestión de tres horas y ya estaba en pleno proceso de dilatación. La matrona retiró el tamponcillo y me volvió a cambiar las sábanas y el camisón. Había que seguir esperando. 

Fue irse ella y las contracciones empezaron a aumentar y aumentar... eran "como las de la regla"...pero a lo bestia, muy muy agudas, y cada vez duraban más y se juntaban unas con otras. J se sentó a mi lado de nuevo: los piquitos de la gráfica eran ya bastante altos. 

5AM... ya no aguantaba más, las contracciones me dejaban sin respirar. Yo querría haber aguantado más pero en mi cabeza resonaban las palabras del anestesista que nos dio la charla de la epidural: "no os hagáis las valientes, el momento de poner la epidural es cuando vosotras queráis, cuando no aguantéis el dolor más, pero no os paséis porque con contracciones ya muy grandes y seguidas es casi imposible ponerla". Había llegado el momento. Otra vez el botoncito... "¡pero cómo has aguantado tanto!" dijo la matrona, y llamó para que me pusieran la anestesia. 

Entró el anestesista y J se salió para no marearse. Me sentaron en la cama. La matrona me ayudó a relajarme para poderme poner la agujita. Unos cuantos pinchacitos muy largos, que se hacían aún más largos porque a cada contracción había que parar, y listo. La anestesia hizo efecto casi inmediato.

Yo tenía un botoncito, regulado, eso sí, por si necesitaba un poco más de anestesia, pero no me hizo falta. Las contracciones ya no dolían (y eso que los picos eran ya bestiales en la gráfica... ¡menudo inventazo esto de la epidural!), pero la dosis era la justa y necesaria como para notar la contracción (repito, sin dolor). ¡Menuda gozada! La sensación era parecida a lo que se siente en el brazo cuando te toman la tensión: el cacharrito se hincha y notas la presión... pues igual pero en la tripa. Eso es genial porque saber cuándo vienen las contracciones ayuda a saber cuándo hay que empujar en el expulsivo. 

Estaba tan relajada que por fin pude dormir tres horitas del tirón, de 6 a 9... mientras dilataba "tranquilamente" (y menos mal... porque no volvería a dormir 3 horas del tirón en unos años 😂). 




...Continuará... los domingos 😊 y hablaremos de partos, postpartos, lactancias... desde la más absoluta REALIDAD 😉

¡Gracias infinitas por estar ahí!


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