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Y MI R CUMPLIÓ 2 AÑOS (LOS MIEDOS DEL SEGUNDO EMBARAZO)




Otra de las cosas que han pasado este verano (y que no os había contado) es que nuestra pequeñita R, en julio, cumplió 2 añitos (yo les digo todos los días que no crezcan, pero como veis no me hacen caso). 

Y como siempre, cuando se acercan los cumples de mis hij@s me da por recordar y recordar y recordar... Recordar cómo me enteré de la noticia, cómo fue su embarazo, su parto y por supuesto... su postparto y el camino que hemos recorrido juntos hasta ese momento, con sus pros y sus contras. 

Tanto revivo que cuando llega El Momento que ellos tanto están esperando (el de soplar sus velitas) se me hace un nudo en la garganta y no soy capaz de cantar el cumpleaños feliz sin emocionarme (😂 soy así de llorona, qué le vamos a hacer). Y es que otra cosa más que dejas de vivir como antes de ser madre para vivirla con muchísima más intensidad... son los cumpleaños. En serio, no solo los de tus hijos, desde que soy madre vivo los cumpleaños de los que me rodean desde otra perspectiva, y es MARAVILLOSO. 

¿Y qué es eso que tanto recordé y reviví en los días cercanos al cumple de R? Pues reconozco que esta vez que, de nuevo, estoy embarazada, me acordé especialmente de aquellos miedos que me invadían mientras esperaba a mi pequeñita: los miedos del segundo embarazo. 

A saber:

¿Seré capaz de cuidar de 2 a la vez? ¿Podré prestarle a S toda la atención que necesita sin descuidar a R? ¿Será tan terrible la lactancia? ¿Conseguiré que R vaya bien de peso? ¿Se descolocará tanto mi vida como lo hizo con S? ¿Volverán mis problemas de ansiedad? ¿Me desgarraré de nuevo en el parto? ¿Cómo voy a hacer con las visitas, me agobiarán tanto como con S? ¿Me acordaré de cómo se hace? ¿De dónde voy a sacar el tiempo para...? ¿Dormirá R durante el día? ¿Llegaré a querer a R tanto como a S?

Y lo que más, más, más me angustiaba: ¿Y S? ¿Lo pasará muy mal mi S?  

Así que va post largo porque me he desahogado de lo lindo... pero es una historia tan bonita que merece la pena ser contada, y así aprovecho para irle dando a R el hueco que se merece en este blog (que no es para nada el blog exclusivo de S, aunque hasta ahora pueda parecerlo...)

¡Empezamos!


La noticia del embarazo de R


Casi todo el origen de mis miedos fue que R "no era un bebé buscado" sino, más bien, un bebé "no buscado" (muy distinto a "no deseado", que quede claro), así que no me sentía nada preparada para afrontar un segundo hij@ (la cuestión es... ¿alguna vez estamos realmente preparados para afrontar la llegada de un hijo?...) 

R llegó cuando S tenía apenas 15 meses. El primer año de S fue literalmente y en todos los ámbitos de nuestras vidas: UNA BOMBA. Ese año (y hablo de exactamente 12 meses, no de 40 días, o 3 mesecitos... no, 12 meses enteros) fue el año más MARAVILLOSAMENTE DURO de toda mi vida (maravillosamente ahora, porque echo la vista atrás y veo con orgullo todo lo que aprendimos, pero en su momento fue duro y no quiero olvidar tampoco esa parte).

Pero justo, acabábamos de superar todas las dificultades: Mi mente parecía que se había recolocado, mi desgarro por fin no me molestaba (después de un año), S había decidido dejar la lactancia, y yo había decidido prepararme las Oposiciones de Maestra de Infantil que salían en Junio (y era lo que prácticamente todo el mundo esperaba que hiciera...), me había apuntado a una academia y estaba on fire recuperando poco a poco algo de tiempo para mí misma, aunque fuera para estudiar. 

Por fin habíamos puesto límites a las visitas (sí, un año después...) y empezábamos a sentirnos verdaderamente como una pequeña familia. 

Y un día le propuse a J la posibilidad de tener otro hijo (yo quería que mis hijos se llevaran poquito para que tuvieran la misma relación que mi hermana y yo), pero J no lo veía y a mí, en el fondo, me daba un poquito de miedo ahora que estábamos tan bien volver a empezar con toooodo otra vez. Así que decidimos esperar a que yo me sacara las oposiciones. 

Bien, pues nosotros habíamos decidido que NO y pusimos medios (naturales) para que todo fuera según nuestros planes... pero por ahí arriba hay Alguien especialista en cambiar esos planes de un plumazo... y decidió que iba a ser que SÍ, pusiéramos los medios que pusiéramos (como son naturales no dejan de estar abiertos a la vida), Él sabía que era el momento

Suelo notar mis embarazos antes de la primera falta... y ese mes empecé a notarme embarazada. El colmo fue que me estaba cosiendo una falda y de una semana a otra no me entraba... ¡Tenía que estar embarazada! ¡¿Pero cómo!? (Ahí estaba yo en modo colapso a las 4 o 5 de la mañana). Al día siguiente me hice un test y dio un positivo como una catedral (no de estas veces que se marca un poquitito la rayita, no, había una raya casi tan marcada como la de validez del test). 

Se lo conté a J... y colapsó, él sí que colapsó. Se fue a rezar y ¿sabéis qué? El Evangelio que escuchó en esa oración fue "casualmente" el mismo que leímos en nuestra boda (que también fue "casualmente" el del domingo en que nació S): "De los que son como niños es el Reino de Dios" (Mc 10, 14). Después de aquella respuesta tan contundente... ¡a ver quién niega que eran los planes de Dios!


El parto de R

El embarazo de R fue maravilloso (al menos comparado con el de S y con este), de momento el mejor de los tres, con sus náuseas matutinas hasta la semana 24 pero todo dentro de lo normal según mi experiencia previa. 

S era súper consciente de que había una hermanita creciendo en mi barriguita porque así se lo hicimos saber desde el principio (y le enseñé vídeos y ecografías y con sus ni siquiera 2 años teníamos charlas muy "profundas" sobre el tema), de hecho creo que fue algo clave a la hora de enfrentar mi miedo más grande. 

Y llegó el día del parto (con las Oposiciones, que obviamente suspendí, pisándole los talones). Yo estaba de 39 semanas, hacía un calor sofocante, era viernes y nuestras familias estaban organizadas para quedarse con S y yo quería que R saliera ya porque me estaba asfixiando en pleno Julio madrileño. Tenía el cuello borrado y estaba dilatada de 2cm pero apenas notaba contracciones y mi ginecóloga me propuso hacerme una Maniobra de Hamilton para ver si provocábamos alguna contracción más fuerte. 

(Antes de seguir aclaro que estaba plenamente informada de todos los pros y los contras de dicha maniobra y decidí hacérmela libremente.)

Así que accedí, y me hizo la maniobra... ¡Qué dolor! ¡Increíble lo que duele eso! Pero, mereció la pena porque a las 4 de la tarde, con mis padres en casa y después de haber pasado la aspiradora de arriba abajo a todas las habitaciones (viva el síndrome del nido), empecé a tener unas contracciones terribles... ¡estaba de parto!

Llegamos al hospital, me pusieron la epidural y en poco más de una hora estaba completa, y en dos empujones (literalmente) y ningún desgarro... ¡R estaba con nosotros!

¡Qué raro se me hacía tener en brazos a un bebé que no fuera S! Además... físicamente ¡eran tan diferentes! R tenía menos pelo, era más blanca, tenía los ojos más azules y... ¡sacaba la lengua! Fue en lo primerísimo en que me fijé, R sacaba la lengua (S no la sacaba más allá de los labios... y así nos fue la lactancia) así que respiré tranquila: la lactancia iba a ser maravillosa (ay, mamá "no primeriza" pero igualmente ingenua...) De hecho lo dije en el paritorio y mi tía (mi matrona) todavía se sigue riendo de mí 😂.


Las primeras horas de R


Ya estábamos en planta y ¿sabéis qué? Mis miedos se estaban disipando uno a uno. El parto había sido magnífico, no me había desgarrado de nuevo así que no había nada "extra" que cicatrizar, me encontraba súper bien, mi S estaba tranquilo durmiendo en casa con mis padres (uno de mis miedos era que S nunca había dormido sin mí hasta entonces, pero lo hizo sin problema), R sacaba la lengua y ya se había enganchado al pecho... ¿y lo mejor? ¿sabéis lo mejor?

Que eran las 11 de la noche, había silencio y estábamos solos J, R y yo. No había ninguna visita esperando en nuestra habitación a que llegáramos (como pasó con S), íbamos a poder descansar y al día siguiente, sábado, sería otro día. 

Solo me quedaba una cosilla por ahí... ¿Cómo se tomaría S el ver que el bebé ya había salido y estaba en mis brazos? ¿Colapsaría? ¿Tendría un arranque de celos? 


Y por fin... S conoce a R

Antes de dar a luz J y yo habíamos decretado que el primerísimo en conocer a R iba a ser S y que además NO QUERÍAMOS A NADIE MÁS EN LA HABITACIÓN en ese momento. Necesitábamos estar un buen rato los cuatro solos. 

Gracias a Dios, unos entendiendo más y otros entendiendo menos, todos respetaron nuestra petición. El sábado por la mañana, mientras las enfermeras y yo nos entendíamos con la lactancia (que sí, era un segundo, pero sigue siendo todo tan nuevo...) J fue a casa a buscar a S. Le vistió bien guapo y elegante para conocer a su hermana y juntos fueron a comprarle un peluchito (eso fue idea de J, y fue una idea fantástica para terminar de implicar a S en la llegada de su hermanita). 

Después vinieron a vernos... ¡yo estaba hecha un flan! ¡os prometo que no podía de los nervios!

Pues S entró en la habitación, vio a R y... una imagen vale más que mil palabras (es mi imagen preferida del nacimiento de R):


¡A la porra mis miedos! Claro que habría momentos duros, la lactancia de R fue durísima, actualmente (pero actualmente) sí que tenemos escenas de celos en casa (pero bastante menos de lo que me habían contado), R dormía por el día pero lloraba desconsolada por la noche, nuestra vida los primeros meses fue bastante caótica (aunque esta vez el caos no duró un año ni mucho menos)... pero esa imagen era el inicio de algo MARAVILLOSO que realmente supera nuestro entendimiento. La forma en que el pequeño S de tan solo 20 meses acogió a R nos confirmó nuevamente que nuestros miedos no valen nada porque no estamos solos en esto y que "de los que son como niños es el Reino de Dios".

Y a día de hoy S sigue tratando a R con el mismo cariño con el que le dio ese beso (obviamente tienen sus momentos), juega con ella, le enseña cosas, le lee cuentos, le da besos de buenas noches, le ayuda con todo lo que necesita (muchas veces R prefiere que le ayude S antes que un adulto...) ¡y todo eso le sale solo, de manera natural! En definitiva, crecen juntos y yo veo con orgullo y mucho agradecimiento el germen de aquello que deseé para mis hijos al pensar en un segundo bebé: que vean un verdadero tesoro en sus herman@s. 


Ojalá lo consigamos también con el #bebé3... Aunque auguro que nuestra pequeña R lo va a pasar algo peor de lo que lo pasó S... Pero tranquila R, no estamos solos 😉. 



¿Y vosotr@s, qué miedos tuvisteis en vuestro segundo embarazo?

¡Gracias por leerme (y llegar hasta aquí)!

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