Como os decía en mi entrada anterior, nuestra idea era concentrarnos en los exámenes de enero y SOLO EN ESO; pero a veces los planes no salen como te esperas...
Recuerdo perfectamente mi sensación del día 28 de diciembre cuando se me pasó por la cabeza "la pregunta": "¿y si estuviera embarazada ahora mismo?"
Deseché rápidamente la idea puesto que apenas hacía unos días que nos habíamos casado y mi mente recordaba haber oído frases como que es muy difícil quedarse embarazada a la primera... frase con la que yo tranquilizaba a J (que al pobre le daba mucho miedo eso de tener un niño así, de buenas a primeras), aunque en el fondo... yo tenía una leve sospecha.
El día de Reyes me pasó algo muy curioso. Fuimos a casa de los padres de J a por los regalos que nos habían traído allí sus Majestades de Oriente y su madre estaba cocinando conejo al ajillo. ¡Cómo olía el conejo! Estuve literalmente todo el día oliendo el conejo ¡me perseguía el olor! Le pedí a J varias veces que oliera mi abrigo o mi pelo y me dijera si se me había pegado el olor, pero el pobre no hacía más que repetirme que no olía a nada, como mucho a champú. ¿Era posible que...? Dicen que a las embarazadas se les agudiza el olfato... ¿De verdad era posible que me pasara tan pronto? ¿Estaría embarazada o me estaba obsesionando con el tema? Bien, según mis cálculos, la regla me vendría en una semana exacta. Esperaría hasta ese momento para volver a pensar en embarazos y me haría un test si no me bajaba; mientras tanto no le iba a dar más vueltas y, por supuesto guardaría silencio.
Pero la noche siguiente a Reyes me llevé una desilusión tremenda. Esa noche empezó a dolerme muchísimo la tripa, igual que cuando me duele con la regla... bueno, igual igual no, mucho más fuerte y constante, no era un ir y venir de "contracciones". No podía dormir, me levanté mil veces a ver si estaba empezando a manchar, pero nada. Me tomé un calmante y estrené mi manta eléctrica para intentar que se me pasara ese dolor tan horrible (eso que yo me pongo fatal en los primeros días pero nunca había sentido un dolor tan agudo). Mientras el calorcito de la manta iba haciendo su efecto, J me preguntó qué me pasaba, "que me va a bajar la regla en breve porque me duele la tripa un montón". Fue decir esa frase y se me vino encima una tristeza enorme: estaba claro que mis sospechas de embarazo eran fruto de las ganas que tenía de ser madre, no eran reales. Finalmente me dormí.
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