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PECHO, PUNTOS, CACA, ESPEJO, COLECHO...Y ¡MAGIA!



¡Domingo!

En el "capítulo anterior" de La Historia de S os contaba cómo había sido aquella primera tarde llena de visitas y lo que eso me había hecho reflexionar sobre la necesidad de respetar la intimidad postparto que tenemos algunas mamás (sé que no a todas les pasa como a mí).

Hoy os cuento cómo fue nuestra primera noche en el hospital, cuando por fin, en intimidad, pudimos ser un pelín más conscientes de la grandeza de "lo que teníamos entre manos" y también... de lo duro que iba a ser el comienzo del nuevo camino en el que nos habíamos metido...

Os cuento, sin filtros de ningún tipo, mi primera realidad postparto.

La primera noche...

¡Por fin silencio

Después de la cansadísima noche en dilatación, del parto y de la tarde llenísima de visitas (y tele... otra cosa a añadir en mi Plan de Postparto: si vais a visitar a alguien al hospital... tened un poco de consideración y no encendáis la tele de la habitación como si estuvierais en vuestra casa... al menos sin preguntar...), J pudo irse a cenar y la tía A aprovechó para traer consigo a una de sus compañeras expertas en lactancia: había que ir empezando a enganchar al pequeño S al pecho porque ya habíamos perdido mucho tiempo (se recomienda que el bebé se enganche en la primera o segunda hora de vida... de ahí la famosa hora de piel con piel, pero como mi habitación ya estaba llena de gente, no pudo ser). 


...Pecho...

Aquí empieza "lo bueno". Enganchar al bebé al pecho por primera vez es una tarea súper difícil (en serio). Yo no sabía ni cómo poner los brazos, el niño se me descuajeringaba por todas partes, encima la vía y el gotero del antibiótico estaban ahí estorbando, S tampoco tenía mucha idea de lo que debía hacer... un show, vamos (parece que es instintivo... pero realmente tiene mucha técnica y aprendizaje detrás... y solo se aprende haciendo). 

Una hora... nada que no se enganchaba. ¿Tendría el pezón plano o invertido? "S tiene que hacer su propia forma en el pezón", decía la matrona. Al final, mal que bien, se medio enganchó... ¡Qué dolorrrr! (Otro signo de mi ignorancia... no me esperaba yo que esto de la lactancia fuera doloroso se colocara como se colocara el bebé). Y además del dolor en el pezón... los famosos entuertos


S se quedó medio adormilado, la matrona se fue y la tía A me ayudó a levantarme para poder ir al baño. Ya se me había pasado el efecto de la epidural, salvo en la pierna derecha, que aún me bailaba un poco por la parte de la rodilla. El desgarro no me molestaba. Mi tía me ayudó a ponerme las compresas y las braguitas (por fiiiin), J volvió de cenar y la tía se despidió de nosotros: empezaba su guardia, pero volvería en un rato para ver si necesitábamos algo. 

Ahora había que intentar dormir un poco. J se quedó con S en el sofá, piel con piel y yo intenté acoplarme en la cama como pude. Me había llevado al hospital mi almohada de embarazada (un invento magnífico, de verdad), y me la puse como si no hubiera dado a luz, para que me sujetara mi barrigota, flácida e hinchada (parecía que S no había salido aún, en cuanto al tamaño, me refiero). Además me sujetaba las piernas y así no me rozaban en la zona de los puntos. 



...puntos, caca...

Ya me había acoplado, cuando de repente... ¡desastre! La dieta laxante que me habían puesto para evitar que me hiciera daño en los puntos del desgarro al ir al baño, estaba haciendo efecto casi inmediato... ¡necesitaba ir al baño! 

Me levanté como pude, y se lo dije a J... me acompañó con el pobre S en brazos para que no me cayera por el camino. Me senté en el retrete... y horror: (siento ser escatológica, pero toca) la caca salía sin que yo hiciera absolutamente nada, y caía...¡con banda sonora! (muy escandalosamente, de verdad...) Si quedaba algo de aquella "barrera de cosas que no quiero hacer delante de mi amado"... se había terminado de hundir con aquel concierto. Pero J es estupendo y me sostuvo perfectamente en aquellos momentos tan... vergonzosos para mí. 

Cuando parecía que había acabado de salir me entró una duda que no me había planteado antes... ¿Cómo me limpio con los puntos? ¿tendré que hacer algo especial para que no se me infecte el desgarro? 

Me daba un pudor tremendo... pero no me quedó más remedio que dar al botoncito y llamar a una enfermera... ¿tendría que limpiarme alguien? "¡espero que no, por favor!" Gracias a Dios no hizo falta, podía hacerlo yo solita. Vino una enfermera y ahí... sentada en el váter... le conté mi duda, y muy amablemente me trajo toallas y esponjas con jabón neutro: no podía usar papel; a partir de ahora, y hasta que cicatrizara la herida, cada vez que fuera al baño tenía que ducharme y lavarme muy bien esa zona, solo con agua y el jabón neutro, suave, sin arrastrar... y luego había que secarla muy muy MUY bien, a toquecitos, para que la humedad no generara hongos y cicatrizara bien... ¡Casi nada!!!!!! Eso complicaba notablemente el hecho de ir al baño (eso...y la banda sonora anexa)... Y yo no hacía más que pensar... "¡Dios mío! ¿Y si me dan ganas de ir al baño cuando tenga visitas en la habitación? ¡Me muero!"

La enfermera se marchó, J dejó a S en la cunita y vino conmigo para ayudarme con la ducha. Nos habían recomendado que no me duchara sola aún, por las posibles bajadas de tensión (que además soy muy dada a ello)... Me lavé (la verdad es que la ducha me apetecía muchísimo), me sequé y ya J se fue con S mientras yo me vestía.


...espejo...

A todo esto, nos había dado la una de la madrugada. Me quedé sola en el baño, me puse compresas y braguitas limpias... y ahí estaba mi reflejo en el espejo: era una mezcla entre mujer cromañón y típico escriba del Antiguo Egipto. 

La curva de mi espalda, modificada por la barriga durante el embarazo, aún no había vuelto a su ser, y hacía que el culete se saliera hacia fuera (de ahí el aspecto de mujer-cromañón), las piernas, que aún seguían tan hinchadas como en el embarazo, se me separaban inconscientemente para evitar rozar la zona de los puntos (...lo que terminaba de dar forma a la mujer-cromañón)... ¿y el escriba del Antiguo Egipto? Esa imagen era causada por mi barriga hinchada pero flácida cual flan-pellejo, mi ombligo dado de sí, y las manchas de melanina que se acumulaban en la zona del bajo vientre y en la línea alba que simulaban un moreno-roña de lo más deprimente, todo ello coronado por unas bragotas blancas... Exacto: era la viva imagen de la mujer ideal. 

"¡Prefiero no pensar en esto ahora... necesito dormir!" Volví a la habitación, y J y yo pusimos a S en la cunita, al ladito de mi cama. J me arropó y se fue a su sofá: había que dormir. 


...colecho...

De nuevo, cuando ya estaba a puntito de cerrar el ojo... S llorando. Lo cogí y le intenté poner al pecho yo sola... para mí que de ahí no salía nada, y S solo hacía el amago de chupar... Pero ya no lloraba, lo intenté dejar de nuevo en la cuna, necesitaba descansar... Imposible, era soltarlo y se ponía de nuevo a llorar. J dormía, y yo sabía lo cansadísimo que estaba el pobre, así que dormiría con S encima, piel con piel, para que al menos J pudiera descansar. 


Hice un parapeto con una almohada en uno de los lados de la cama, y en el otro puse la almohada de embarazada sujetando mi cabeza, y sujetando el brazo en el que estaba S. De nuevo ya no lloraba... ¡normal! La verdad es que los dos estábamos deseando estar juntitos. En esto entró mi tía A para ver cómo iba todo. Ella también estaba muy cansada y preocupadísima con mi desgarro, así que yo no quería preocuparla más (y realmente tampoco había motivo para ello): "estamos genial tía"

"¿No pones a S en la cuna? tienes que descansar", "si lo pongo en la cuna, llora y no quiero que J se despierte", hicimos la prueba, mi tía sonrió (ella ya sabía de sobra cómo funcionan realmente los bebés) y me lo volvió a poner encima, "pero descansa eh...", "sí, tía". Cuando cerró la puerta dí un millón de gracias a Dios por ella. 

J no se había enterado de nada, seguía durmiendo como un bendito. "No me quiero ni imaginar lo horrible que debe ser vivir esto sola..." J, es maravilloso. Dí un millón de gracias a Dios por él.

Encendí la lucecita de la cama, porque me angustiaba estar a oscuras y quería ver bien a S... Estaba por fin a solas con mi bebé por primera vez. ¡Ahora me tocaba a mí (manda narices... al final las madres siempre las últimas)!

Parecía un chinito, con la cara redondita y los ojitos rasgados aún por la inflamación del parto. Y por otro lado, era una mezcla entre un topito recién nacido, cegatillo pero capaz de reptar hasta el pecho de su mamá, y un hamstercillo, con las manos grandes, unos dedos larguísimos y unas uñas picudas y finitas. S era guapísimo (y eso que dicen que los recién nacidos suelen ser muy feos). 

Qué ojos más negros, qué pies más grandes, cuantísimo pelo, qué piel más suave, qué olor más peculiar... (todavía lo recuerdo y parece que puedo olerlo). Qué pizca de nariz y qué labios más finitos. 


...y ¡Magia!

En ese instante, con S dormido por primera vez sobre mi pecho, acurrucadito como un pollito bajo las alas de su mamá, pude por fin pararme y dar gracias a Dios por esa criaturita... después de los "agobios y malos momentillos", la cara de luna redonda y dormida de S me daba muchísima paz. 

Y fue esa sensación "mágica" la que me hizo escuchar mi instinto y escuchar a S por segunda vez (la primera fue cuando se dio la vuelta dentro de mí... pero ya os lo contaré en otro momento): tuve claro que S y yo dormiríamos juntos todas las noches y nadie podría arrebatarnos ese privilegio (y así fue cómo el colecho, algo que antes jamás nos habríamos planteado, nos eligió a nosotros). 



Ya hablaré más detenidamente del colecho, pero ahora sí quiero contaros que desde esa noche maravillosa, hace cuatro años, tengo el privilegio de dormir con mis niños. Primero un ratito con R, porque ella no es para nada de colecho (S y R son el día y la noche en todo), pero dormirse acompañada sí le gusta. Y luego con S, que aunque tiene su propia cama y muchas noches duerme ratitos en ella, siempre vuelve a la nuestra 😂. Como veis, cada hijo tiene necesidades distintas y por eso respondemos a ellas de manera diferente. 

Y os digo que es un privilegio para mí porque sé que por ley de vida algún día acabará (no, no tendré que hacer nada para "sacar a S de mi cama") y porque desde hace cuatro años cada noche, en silencio, cuando estamos los 4 en la cama y siento esas 4 manitas calentitas que me abrazan y a J al otro lado sosteniéndonos a todos... lo único que me sale es dar gracias a Dios por mi marido y mis hijos, por un día más con ellos, por lo que me enseñan y por lo que me acercan al cielo, y como los discípulos privilegiados el día de la Transfiguración del Señor cierro mi día diciendo: "Maestro, qué bien estamos aquí, hagamos tres tiendas" (Mc 9, 5).

(Para que luego digan que a algunas madres se nos "enfría la fe" porque no tenemos tiempo de rezar 😂)



...Continuará...

Por desgracia los siguientes días en el hospital no fueron tan "idílicos", pero os lo cuento el próximo domingo 😉.

¡Gracias por leerme!

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