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MI PLAN DE LLEGADA A CASA (NO MENOS IMPORTANTE QUE EL DE POSTPARTO)



Esta entrada la escribí en su momento desde mi reciente y profundo enfado por cómo se habían dado las cosas, por cómo una vez más mis expectativas como recién estrenada familia se habían visto truncadas...

Ahora, la releo y siento que gracias a Dios, mi enfado se ha ido transformando en simples recuerdos. Ahora veo la situación desde otra perspectiva (o lo intento): desde la empatía y la comprensión de que en ese momento, tanto nosotros como todos los que nos rodeaban, éramos absolutamente PRIMERIZOS en esto. 

Sí, y es que hay que contar con eso también. Los papás desde luego somos inexpertos como padres, pero nuestros familiares acaban de asumir un rol en el que son primerizos también, y eso hace que todos podamos equivocarnos al tomar decisiones... pero lo que no debemos olvidar es que esas decisiones (acertadas o no) las tomamos (y las toman, en el caso de nuestros familiares) pensando en que ESTAMOS (están) HACIENDO LO MEJOR PARA AQUELLOS A QUIENES QUEREMOS (o quieren).

Sin duda, después de años de curar, J es quien me ha hecho verlo de esta manera (bueno... y mi amiga Inma de Con Hijos y a lo Loco 😂), y aunque eso no cambia mi agobio de aquel momento (ni el límite que pusimos para futuras llegadas a casa), sí que cambia mi relación actual con ese agobio y lo que puedo hacer con él: hoy no lo recuerdo con enfado... hoy ME RÍO al recordar una situación que podría haber sido digna de una comedia romántica de Hugh Grant y Jennifer Aniston. 

¡Os cuento!

Nos dan el alta en el hospital

Era miércoles cuando me dijeron que mi desgarro estaba cicatrizando genial y podíamos volver a casa (dos días antes de lo esperado).

Cuando me lo dijo el doctor... la verdad es que me entró mucho, mucho, mucho, MUCHÍSIMO MIEDO. Sí, lo reconozco. Yo, que siempre había querido e imaginado ser mamá, estaba muerta de miedo: tenía un bebé pequeñito, demandante, frágil, y... completamente desconocido para mí (en aquel momento) y me mandaban a casa con él... a mí, que en ese momento me sentía más que nunca  "poquita-cosa", para siempre y sola (sin profesionales alrededor, quiero decir), ¿sería capaz de apañarme?

Intenté motivarme recordando cómo había imaginado que sería nuestra llegada a casa como recién estrenada familia. Me imaginaba a S en mis brazos, y por supuesto a J a nuestro lado. Los tres asomados a la puerta, la casa en silencio, en calma y S mirándolo todo. Seguro que J le iría enseñando la casa, habitación por habitación: "Este es el salón, aquí es donde vamos a comer", "esta es la habitación de mamá y papá, y esta de aquí, tan bonita y llena de dibujos, es la tuya. La hemos preparado con mucho esfuerzo y cariño..." Yo seguro que no diría nada porque estaría muy ocupada en mantener unos cuantos lagrimones de emoción dentro de mis ojos... pero por dentro estaría derritiéndome de amor viendo la escena. ¡Sí, así quería que fuera nuestra llegada a casa!

Recogimos todo con la ayuda de mi tía A, no teníamos muchas cosas en el hospital porque nuestras familias se iban llevando cada día todos los regalos y cestas que nos traían las personas que venían a visitarnos (la verdad es que esto es una buenísima idea). J fue a buscar el coche a casa para traernos de vuelta y, mientras, S, la tía A y yo nos dimos un paseo por el Paritorio para despedirnos de todos los médicos y matronas que tantísimo nos habían cuidado... Ahí empezaron a salir las primeras lagrimitas... ¡era imposible agradecer tanto cariño! Somos unos privilegiados. 

Cuando J llegó con el coche, salimos del hospital... ¡casi no me acordaba de cómo se caminaba! Era una sensación rarísima. Montamos a S en el coche y nos despedimos también de la tía A, más lagrimitas contenidas... si no tuviéramos a la tía A... no sé qué habría sido de nosotros.

Y listo, rumbo a casa, en silencio, S atrás, dormidito, y yo a su lado, observándole y contagiándome de su calma cada vez más... ya nos acercábamos a casa. No había hueco para aparcar, así que teníamos que parar en doble fila, como siempre. Estábamos bajando del coche... cuando de repente.... bbbbbbrrrrrrrrrrrrrrrummm PI! PI! PI! Una vez más, me desperté de golpe y mis sueños se frustraron... parte de nuestra familia había aparcado delante de nosotros y... ¡nos traían todos y cada uno de los regalos que se habían ido llevando del hospital!

Completamente desconcertada (porque desde luego nos encantaban los regalos, pero no era el momento), en absoluto silencio, observé cómo iban metiendo cesta tras cesta. S se despertó con el jaleo y lloraba y lloraba, se había hecho caca así que estrenamos, todos juntos (sí 5 personas alrededor de un cambiador de menos de 1m de largo), el precioso cambiador... S seguía llorando y llorando. Llegaron también mis padres (aunque a ellos sí les esperábamos) para despedirse porque se iban de vacaciones. Mi madre bajó a la farmacia a por mis medicinas. La madre de J, me explicó cómo cuidar la plantita que le habían regalado a S que seguía llorando y llorando (os podéis imaginar que no me enteré mucho de lo de la plantita 😂) y mientras, veía de reojo cómo la entrada de mi casa quedaba inundada de paquetes hasta tal punto que no se distinguía ni una maderita del suelo (y os juro que no exagero). ¡Socorro! 

Me moría de ganas de gritar ¡FUERA TODO EL MUNDO! ¡¿Es que nadie piensa con la cabeza?! S seguía llorando y todos, literalmente encima nuestro (lo del espacio vital tampoco se entiende siempre...), le intentaban calmar y acariciar: "¡Ay, cariño! ¿Qué te pasa? ¿Qué tienes? ¿Tienes hambre? ¿Tienes sueño? ¿Te duele la barriguita? ¿Quieres un juguete? ¿No le vas a dar de comer?..." Y claro... me agobiaba yo que tenía a S retorciéndose en brazos y a todo el mundo encima y lógicamente se agobiaba S que no tenía ni idea de lo que estaba pasando a su alrededor.

No os imagináis los esfuerzos que tuve que hacer para contenerme y no pegar un grito a más de uno 😂. De repente, no sé cómo ni cuándo, todos comenzaron a marcharse. J no había comido aún y debían ser las 7 de la tarde. 

Cuando se fueron... silencio y lágrimas. Nudo en la garganta, frustración, agobio y más frustración. S ya ni siquiera lloraba (lo que confirma mi teoría de que lloraba de puro agobio) de hecho, en cuanto notó el silencio, se durmió al instante. La entrada estaba tan abarrotada de cosas que no podíamos ni mover el carrito para dejar a S dormido en él... y gracias a Dios que se durmió y pudimos deshacer todos los paquetes y colocarlo todo en su sitio porque si no... no me quiero imaginar el caos que podría haber sido eso los días siguientes. 

Mi Plan de Llegada a Casa

Y aquí viene la moraleja de todo esto... De esta situación que, obviamente, como mamá primeriza embarazada no había sido capaz de prever ni imaginar... nació: MI PLAN DE LLEGADA A CASA (no menos importante que el de postparto)

Este es muy sencillo, se resume en 3 puntos:

  • En el momento de entrar a casa al darnos el alta en el hospital necesitamos calma e intimidad. Es decir: quiero entrar en mi casa con mi nuevo hij@, con mi marido y con el resto de mis hij@s, SOLAMENTE con ellos (nadie más). 
  • Las visitas ya vendrán en días siguientes, porque ¿sabéis qué? el recién nacido no se va a esfumar, no va a cambiar repentinamente de un día para otro, no se lo van a llevar los extraterrestres la primera noche... Y lo que necesita en ese momento en el que tiene que adaptarse otra vez a su nuevo hogar (recordemos que ha pasado del ambiente perfecto del útero, al ajetreo del hospital, y ahora a su nueva casa...) es CALMA, PAZ, TRANQUILIDAD, CONEXIÓN CON SUS PAPÁS... 
  • Los regalos, que sobra decir que agradecemos inmensamente) también pueden esperar. Ya los iremos a buscar nosotros o los irá trayendo J en los días siguientes (con los regalos pasa lo mismo que con el recién nacido... no van a explotar de un día para otro y al bebé no le va a pasar nada por no tenerlos desde el primer día...) 


De verdad, no me cansaré de decirlo, son momentos tan delicados física y emocionalmente que veo muy necesario visibilizar la necesidad que tenemos algunas madres de UN POSTPARTO RESPETADO Y EN INTIMIDAD.

Pero ahora contadme ¿cómo fue vuestra llegada a casa? ¿Teníais tanto miedo? ¿Fue tan caótica como la nuestra? ¿Se cumplieron vuestras expectativas?

¡Gracias por leerme!


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